¿Cuándo aprenderás?, –me dice esposándose a mi cintura– Cuándo será el día en que te des cuenta de que te quiero vestida. Bueno, también desnuda, no te voy a mentir. Te quiero así, sin pesadillas, como alguien que me cuenta que al fin soñó un mundo donde no regían las leyes de la física y se dejó llevar. De puntillas pegada a mí, pero sin temblar. Confiada sin extraviar la mirada. Pero así, con esos besos que no puedes disimular, pero disimulando las ganas de escapar. O mejor, en una de esas, quieras quedarte pegada a mí lo más lejos posible de tus “Me tengo que ir”.
Entonces me mira con esa mirada no recomendada para cardíacos, ni para corazones a media asta. No recomendada para todas mis debilidades, y una lágrima que apuñala su cara le dice, ¡No estarás planeando hacerme feliz! Mira que no busco un mesías profesional, lo que necesito es un héroe.
Y me abraza. Pero no me fío.
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