¡¡¡PARA EL CLUB DE LOS
RETOS DE DÁCIL!!!
20 Poemas de amor y una canción desesperada de Neruda, dos chocolatinas de Tirma, un cuaderno de crucigramas, y una lupa aunque no se aprecia bien. Esa manchita blanca y negra a la derecha es el rabo de Martín que está molesto por ocupar sus espacios preferidos, ese rabo no entra en el Reto...
20 Poemas de amor y una canción desesperada de Neruda, dos chocolatinas de Tirma, un cuaderno de crucigramas, y una lupa aunque no se aprecia bien. Esa manchita blanca y negra a la derecha es el rabo de Martín que está molesto por ocupar sus espacios preferidos, ese rabo no entra en el Reto...
Después de charlar
con el techo de mi habitación y preguntarle ¿Cuánto?, estuve a nada de ahogarme
por culpa de una gotera que recorría mi cara ensimismada. Retiré un pegote de
chocolate de mi brazo e hice una pelota con los dos envoltorios observando la palma de mi mano
pensando cuándo las comí. Con una lupa
leí, Tirma, Tirma, Tirma… Si me hicieran un examen sobre el envoltorio lo
aprobaría. Con el dedo corazón la lancé lejos. La cama me echó a patadas ya que no es la
primera vez que buscaba hechos y yo le devolvía palabras; 20 Poemas de amor y
una canción desesperada. Patético. Me di una palmadita en la mejilla, fui a por
otra cerveza y ahí estaba yo, asomado a la ventana que me sostenía como si
fuese una pluma. Tuvo gracia.
A la Luna le dio por presumir. Ataviada con un manto negro,
que realzaba su figura descarada, me guiñó un ojito cuando las nubes, fans de
su tersa blancura, se abalanzaron a pedirle un autógrafo. Yo la seguía mirando
con los ojos extraviados preguntándole, ¿Cuánto?, mientras la pared de mi
derecha me pedía que regresara y la de la izquierda tiraba de mí para que la
gravedad volviera a mis pies y la sangre a mi cabeza. A mi otra cabeza.
“Cuánto” se repetía en mi estómago, en mi pecho, en mis
pulmones. Fue la primera pregunta que tuve que hacerle para que se dignara a
hablar conmigo y me dedicara una sonrisa un año antes. El abracadabra. La
última pregunta para que pudiera cuadrar un lunes el crucigrama dominical. El seguro de vida que
hoy me mataba. Me daban ganas de vomitar solo de pensarlo.
-¿De qué te ríes? –preguntó mimoseando la Luna mirando fijamente mi boca.
Empiné el codo apoyado en la ventana. El penúltimo sorbo de
mi zumo de cebada sabía al mejor de todos.
-¿De qué te ríes? –insistió nerviosa soltando una carcajada,
mientras yo acariciaba la boquilla de la botella con mi labio inferior.
Y la besé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario