Reconoceré, quiera o no quiera, que casi todas las lágrimas que he derramado han sido sin querer.
Tengo la impresión de que la fotografía aún huele a talco, al asesinato de la inocencia, al añil de mamá, a todos los besos que vinieron después del primer disparo en la boca. A todos los ensayos en bocas ajenas, en sábanas de algodón, o en algún lugar oscuro de una curva en cualquier acera, buscando en otra boca algo parecido al amor.
Él se inauguró como hombre, ¿y yo?, como todas nosotras, soy la tiza marcada en el suelo; como cualquiera.
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