Nunca me había sentido tan importante agente. Bueno, sí: me sentí así el día que grité si había un médico en la sala del Teatro, cuando aquella mujer misteriosa, con más bigote que Cantinflas, pisó con su zapato rojo, tacón de aguja, a aquel tipo desbarbado y flaco que gritó más que la soprano, con voz de pito. Recuerdo que la bigotuda se disculpó con cierta guasa.
martes, 2 de marzo de 2021
Presunto
jueves, 18 de febrero de 2021
Aserrín
Amó la belleza y la juventud, mas yo lo sabía. Fui su maniquí; un escaparate que lucir entre tantos menganos envidiosos de su posesión. Siempre esperanzada de que algún día me quisiera. Sabía que tarde o temprano, este su maniquí, no le sería suficiente, en realidad jamás amó mi interior. Le entregué mi juventud y donde sonaba cruel yo hice sonar tambores, platillos, bongos, reanimando sus recaídas y tomas falsas. Ahora me siento como una hermosa manzana que partes y está podrida por dentro de tanto manoseo o golpe, y ya se sabe qué se hace tras partirla ¿verdad? Él me amó sí, a su maldita manera; como la carcoma a la madera.
domingo, 14 de febrero de 2021
El Zoo de Papel
“Y al octavo día, dios (con minúsculas, en negrita y tachado doble) creó el silencio.”
domingo, 3 de enero de 2021
Su misma sangre.
Es costumbre despedir a la bestia como si de un héroe se tratara. Brindas salud ante todo, mientras el eco de la calderilla resuena en un bolsillo vacío. A las doce volverás a ser quien eras buscando la luz entre quimeras. Odias todas las cosas que se suspendieron por exceso de deseo. Puede que el destino sea una coartada sigilosa, la excusa perfecta de lo que nos depara. Ignoras el futuro y escoges el amor como alternativa>>.
miércoles, 30 de diciembre de 2020
Que te vaya bonito
Manuel,
José, Juan, Rafaela, Mónica, Manuel, Carmen, María. Cuantas cosas quedaron prendidas. Hasta
dentro del fondo de mi alma. Cuantas luces dejaste encendidas, Yo no sé... cómo voy a apagarlas.
2020: Al final te has
ganado mis respetos:
Hiciste saltar las
alarmas de los llantos en silencio. Sin abrazo de consuelo, dejaste el luto en
carne viva. Corriste todas las cortinas dejando a oscuras las bocas, y tiro
porque me toca, frenaste, cruel, nuestra huida.
Regaste el caos sin
piedad, en un par de metros cuadrados, y mientras el sofá nos hacía un hueco, atragantaste
de aplausos entre pecho y batalla tu sin razón. Convertiste todo en un misterio.
Y con feliz maestría
diste portazo a tanta vida Y las noches fueron días y los días desconsuelo, Robando
la libertad abandonándonos a la tristeza,
cuando no salían las cuentas que teníamos que pagar.
Yo que te quise tanto,
ahora ya no te quiero. Yo que te abrí mis brazos aquel uno a las cero-cero,
ahora tendré que recordarte, por maldito y porque no puedo.
No insistas, se acaba
el tiempo. No insistas, ¡déjalo ya!
Y por alguna cuestión
de suerte, Ojalá que nos vaya bonito,
pero bonito de verdad.
sábado, 26 de diciembre de 2020
CHAT
Amigos: no sé si me he metido en un lío o en un romance.
Todo comenzó cuando, hace meses, escribí que no soy apta para alguien que lleva la palabra “Stop” escrita en su corazón. Él respondió que los poemas de amor o son tristes, o envidiables... ¡Me pilló! Ahora lo soy para su ataque de mí; cuando me lee y confiesa que si me voy antes, debería morir escribiendo. Sabe que jamás escribo si no hay un tú. <<Untipointeresante>>.
–Debería, es una palabra que obliga, una palabra que se rechaza sin contemplaciones, y un sentido que se echa algún momento de más… –dijo desde la primera conversación.
– Y de menos cuando es tarde –añadí–. Debería acercarme y decir lo que siento. Debería poner las llaves siempre en el mismo sitio. Debería haberle partido la cara, no ver las noticias…
–Debería guardar el orgullo mal entendido y entender que cada segundo es la última vez. Debería hacer de todo, probar todo, menos hacerme daño.
La madre que lo parió.
–Debería seguir haciendo el amor, besar más a menudo, comer con menos ansia, andar sin contar las piedras, seguir haciéndolo donde se me antoje.
– Deberías volver a amar toda la vida –dijo.
Los segundos se amontonaron. Escribía y borraba. Hasta que le di al Enter.
–Debería volver a anotar momentos inolvidables por si el olvido se acerca.
Desconecté sin despedirme. Al día siguiente leí:
– ¡Qué dramática! Deberías volver a rimar con Amor y con todas mis estupideces, y quedarte un poquito más en ese estado en el que soy realmente yo, justo cuando aún sin llegarte a besar, se me van cerrando los ojos.
¡Esta es la mía! Me dije.
–Pues debería seguir más sola que nunca y seguir siendo ese desastre lleno de tristeza que todos adoran cuando sonríe. Ese alguien extraño, abrumador, sin sentido. Ser ese algo distinto del que, menos el amor, casi todos huyen.
Una semana pasó y cada día nos dejábamos una recomendación con su dichoso debería. El juego ha sido imparable, adictivo.
–Debería ser interminable el último beso. Atarlo con una pulsera invisible.
– ¡Noo! El último no– respondí.
– Debería… no sentir.
– ¡Ahí te quería yo ver!
–En serio.
–No. Es triste eso que escribes– respondí.
–No volveré a escribirlo.
– ¿Y a sentirlo?
No respondió hasta esta Nochebuena, que volví a escribir respondiendo a su saludo. Un simple ¡Hola! Desconcertante.
Saqué fuerzas del teclado y segura de mí escribí:
–Debería dejar para después de Navidad todo esto. O para nunca.
–Eso solo lo dice quien no sabe lo puñetera que es la muerte. Yo...
–…
– ¿Tú? ¡Continúa! –le animé. Pero esperó a la noche siguiente para responderme.
–Debería inducirme a tu estado poético hasta que todo se resuelva y dejar de asignar mis canciones favoritas a quien jamás las bailará conmigo. Y…
– ¿Y?
–”Deberías encontrarme en cualquier lugar, y ya sabes; nada es casualidad” respondió rápidamente.
–Deberíamos qued….
–Sí: mañana llega el trasatlántico –respondió.
– ¿Estás en un trasatlántico? respondí sintiéndome absurda, pensando que sólo le he visto en fotos y que no le conozco de nada.
–Uno debería tener adonde ir cuando no quiere estar en ninguna parte. Ya te contaré. Estoy deseando conocerte – respondió.
– Genial. Hasta mañana.
Le he hecho la autopsia a la jodida metáfora.
jueves, 17 de diciembre de 2020
Te echo de menos
Una mujer como yo, tiene también sus secretos mojados en la almohada. Nunca te he dicho que me da miedo la oscuridad. Siempre me juro no volver a preguntarme ciertas cosas. Como por qué lloras. Una se cansa de la respuesta, No sé. Imagino que eres sensible. Un hombre que me hace sonreír, hablar por los codos, sentarme con las piernas abiertas, y el corazón encogido, beber de la botella, tomar de primero el postre, y para colmo me enterneces, tiene todas las papeletas. Siempre me pregunto qué quieres beber o si quieres besarme o ir conmigo al cine a ver la peor película de la cartelera y pasar la noche juntos, comentando a qué huele el azul de tu mirada. Una se cansa de beber y de tener todas las papeletas para hacerlo sola cuando se le atraganta un beso. Como soy mujer de palabra volveré a preguntarme si te acuerdas cuando nos conocimos, ¿te acuerdas? Echo de menos mi pelo alborotado, el aliento en mi cuello, los polvos breves, las caricias largas y todo eso que jamás ha pasado. Echo de menos al amigo al que todo podía contarle. Y no volver a preguntarme cómo es posible que a estas alturas te sigas marchando así. Sin más. Con todas las papeletas para dejarme llorando con la luz apagada.