jueves, 19 de abril de 2018

Es casting


Pedían mujeres entre los dieciocho y la muerte, para hacer bulto, sin tatuajes, sin tintes escalofriantes, sin experiencia. No exigían talla, chachy, pero las tuve que dar en los datos, así mi casi metro ochenta no sería un problema ni el doble ancho de mis caderas sería un estorbo ni mi calzado talla Olivia la de Popelle sería un impedimento. Algo de alemán e inglés. Yo añadí a mi lista de cosas por hacer, antes de criar malvas, por cierto nunca he visto malvas en una tumba, presentarme a un casting. Di mis datos en la web para la cita, así no haría cola en Santa Catalina y lo anoté en rosa, mi color despreciado, en la agenda.
Aquella noche no podía dormir -boberías de una- así que descargué un juego y comencé a darle al botón en mi móvil mientras una pestañita me decía que tenía un saludo. Un hola de un desconocido que sin más preguntaba si era chico o chica, mi nombre, de dónde era. Yo, a dos ventanas abiertas, me hacía un lío del copón jugando y hablando mientras él decía que mi foto era una pasada. De dónde sacó mi foto, ni idea, claro que yo le di en la descarga a todo “sí”. La cosa se puso chunga cuando me preguntó cómo era yo. Respondí pensando en el formulario del casting; sin tatuajes, sin tintes. Comenzó a picarme la espalda y yo buscaba como podía el punto exacto para pasar mis uñas, cuando, toqué el sujetador y me di cuenta que no estaba bien abrochado, había estado todo el día con el sujetador mal puesto- ya sé que no viene a cuento-. Entonces me envió una foto de un grupo de chicos en una playa diciendo que él era el de la derecha. Miré la foto y me pareció un tipo de lo más corriente. ¿Qué se responde ante algo así?: Un día estupendo, qué divertidos se les ve, qué guapo eres…
-Me alegra conocerte –respondí, a lo que él añadió - ¿Tienes una foto en bikini?
No te ajunto extraño. He perdido el juego, el tiempo y no, no tengo una foto en bikini, preparada, lita y ya, en mi móvil. -¿Cómo eres? -insistió. Me fui a dormir. Al día siguiente no hice cola en Santa Catalina. Cuando me tocó el turno me dijeron que me situara en el punto equis, sobre dos pies dibujados en el suelo, y que no sonriera para nada y por nada. Dispararon la foto. De vuelta a casa, en la guagua, comencé a pensar como soy. Que como soy, que como soy. Normal, soy normal.
Como un café recién hecho que deseas tomar en plena ola de calor. Soy como un mueble viejo recién barnizado. Como los tachones de los retratos que me hicieron mis hijos, en todos los colores, hace tanto de tanto. Hidratada por los mocos y babas de los niños de mi guardería. Mis piernas están atormentadas por las veces que me di con el cubo de la limpieza de mi último curro, y no te cuento lo  andado. Tengo callos en las puntas de los dedos por las cuerdas y una uña rota, de cuando limpié los fogones. Un código de barras tras tres partos. Un corte al depilar mi axila. Una cana en las pestañas. Cicatrices de las chinas y otras tantas. Finas arrugas en la papada. Medio sorda, y cotorra como una marea alta en calma. Tan sencilla como la línea curva, tan oportuna como el último tampax, tan cariñosa como una perra recién parida…yo qué sé.
No. No me llamaron para la peli, pero soy quien sigue y la consigue… como una cama que se hizo con sábanas limpias pero a toda leche.





miércoles, 18 de abril de 2018

INEVITABLE


Donde me queda algo intacto no es que nadie alcanzara. Ahí  mismo se quedaron todas las ganas, marcharon sin exigencias marcadas. Desde mí se arroparon sin desgastar mis sábanas, mas dejaron un lamento que ralla de sal el alma. A ver: no es que partieran voluntariamente. No es que yo les dijera vete ni un vete me impusieran. Fue como cuando escribo fingiendo que no siento lo que siento y resulta que no puedo dejar de sentir... Inevitable.



viernes, 9 de marzo de 2018

Currículo Vitae




Me han tratado toda mi vida como una resta extraña que suma impedimentos a mi vida laboral –mí, me, misma, conmigo-, y a la pirámide  de Maslow, que arrastro por ser mujer, de la que no he pasado de los primeros peldaños. La fórmula perfecta para conseguir igualdad es, la suma de impedimentos más-menos, la resta de oportunidades, multiplicada por las normas nuevas, -en las que tropiezas durante toda tu vida laboral-,  y las condiciones logarítmicas que se sacan de la entrepierna ciertos empresarios  –así no te sale la fórmula ni de coña-. Un disparate matemático que te jode emanciparte del círculo de la frustración de ser mujer/menstruación/embarazo/esclava/discriminada/sexo débil… y un largo etcétera.
 Estudié lo que pude y como pude porque no nací con poder económico ni en un lecho familiar de vida acomodada, pero estudié. Busqué trabajo y por ser mujer me rechazaron bobocientas veces; por ser demasiado joven; por no tener experiencia; por tener una carga familiar e incluso por no pertenecer a ese grupo de madres solteras de la época. Trabajé en condiciones precarias y por un mísero suelo –con y sin seguro-. Era mi mísero sueldo, que yo intentaba estirar para seguir adelante, pero se iba al menos infinito antes de cada fin de mes. Recuerdo que me dispuse a pedir una ayuda, especial para mujeres con carga familiar, pero no había cumplido los treinta. Luego cambiaron la edad y se me había pasado. Como ven los números no son siempre los adecuados. También se me pasó la ayuda secreta de los cuarenta y ahora espero a la de los cincuenta. Nunca tengo la edad apropiada según la FIFO de la Administración ni para cursos remunerados. El último rechazo fue por tener demasiados estudios para acceder a dichos cursos –ay que joderse-. Ahora a mi casi medio siglo, la mala salud no me permite seguir dando fruto y soy de las que se quejan del 0.25. Cierto que hay una diferencia notable entre lo que teníamos antes y tenemos ahora, pero sigue sin cuadrar, y por más que sumes jamás dará el resultado deseado en la variable, porque siempre aparece una jodida resta (restar es sumar un opuesto) y la igualdad no cuadra si no se aíslan las variables.




lunes, 5 de marzo de 2018

Dime de qué te quejas y olvidarán de qué careces


Las quejas de este siglo huelen a cerrado a moho a sofá que aguanta todo. Las quejas de este siglo se copian y pegan, se quejan de sí y no se quieren dar cuenta a fin de cuentas. Las quejas de este siglo están llenas de errores, pero eso es lo de más. Están faltas de información y formación. Las quejas de este siglo están llenas de resentimientos, de lágrimas del pasado siglo que nadie ve; empolladas al dedillo, olvidadas de un revés.  Y es que a los de la vieja escuela no nos sirven los recambios, y no nos salen las cuentas,  ni  por justa media ni en su justo grado ni en el más podrido juicio.




jueves, 8 de febrero de 2018

Se me ha muerto un poema


Se me ha muerto un poema; tenía tanto qué decir. Lo dejé a un lado para que descansara mientras yo me lo pensaba. Le di calor cuando  estaba fría y aliento cuando el aire me faltaba…
Lo acosté de un ladito, no quería ni las migajas. Le di la vuelta, pero no, no respondía. Exhaló un suspiro… no sobrevivió.
Se me ha muerto un poema mientras yo me resistía y por terca y absurda, por no creer que NO le perdía,  le perdí.




miércoles, 7 de febrero de 2018

Miau


Cariño si estás leyendo … :
… Que cuando me quito las letras y tú dejas a un lado el papeleo, es el mejor de los momentos. Nuestro bestial momento…Tú duermes a mi lado y yo pegadita al tuyo. En cualquier momento volamos y explotamos como pompas de jabón, los dos juntos o por separado, cada uno por su lado, tan dentro de lugar. Tú eres mi bello animal y yo tu dulce fiera, un cachorro que se crece entre sábanas revueltas -me gusta que entiendas que no soy mansa y menos una princesa-, y entre mordiscos y arañazos  lamemos heridas, yo las tuyas, a veces las mías… Se nos olvida que nos queremos, que estamos enamorados -dos peleando en el mismo bando-,  y todo lo que escribí se vuelve carne, un conjuro desesperadamente preparado cuando no has llegado y escribo cualquier cuento, excitantemente resuelto cuando jugamos a lo que jugamos.
 Claro que no sabes que sin querer hago trampitas –miau-;  triplico el placer, domino a la bestia, le muestro a su hembra, y de paso, me nutro de tu cuerpo para la próxima estrofa.



sábado, 3 de febrero de 2018

Pero.




A pedir de boca parecen marchar las cosas hasta que aparecen. Están preparados para eso, para hacerte sentir bien, con miradas insinuantes, palabras bonitas, y gestos de caballerosidad. Visten y se acicalan con mesura solo porque saben que estarás ahí y pueden sacar partido.
No tienen interés en conocerte; como mucho te preguntarán tu nombre pero lo olvidarán en cero coma. Saben de sobra donde te mueves, qué te gusta y hasta dónde estás dispuesta a llegar, no te quepa duda que para eso también están preparados.
Vendrán contándote historias que ya publicaron en vinilo otros y que aprendieron de memoria su  no sé qué gen, hormona y  neurona… con la intención de que les escuches por las dos caras y le des asilo entre tus piernas. Contarán chistes como la gran novedad y como la gran novedad te hablarán de amor –pandilla de cursis-, en caso de emergencia procurando que se te salten hasta las lágrimas a la altura de su bragueta, diciendo que no eres su media naranja después de ser exprimida.
Sin embargo de cuando en vez, un extraño irrumpe en tu vida. Aparece siguiendo  los mismos rituales pero con la contraria intención, y como siempre le mandarás a la mierda.

Lástima que te pases la vida teniendo cuidado.