Abro un libro con la jodida intención de desconectar y que
el corazón deje de latir en la cabeza. Lo he cerrado más veces de las que lo he abierto
porque siempre vuelvo a la primera página. De todo lo que he leído estos días:
la botella de suero del hospital, dos veces las instrucciones de mi monitor, la
letra pequeña del sobre de sopas Maggi… con lo único que me he quedado es con
lo que leí en el whatsapp, facebook, en
instagram… y en todos esos medios de comunicación invasiva, llenos de risas
predeterminadas que decoran errores
emocionales con emoticonos que fingen felicidad. Estoy bien, procesando
diciembre para guardarlo en la nube por si alguna vez lo quiero volver a leer,
cayendo en la cuenta de que las palabras fueron inventadas como una herramienta
de comunicación –no lo digo yo lo dicen los libros- pero como todo invento,
bien intencionado, terminan siendo utilizadas como arma de destrucción masiva.
domingo, 30 de diciembre de 2018
viernes, 28 de diciembre de 2018
Historias para no dormir
¿Por qué será que llamamos ficción a las historias de amor
que leemos? ¿Por qué cuando leemos ficción nos emocionamos e incluso a veces
pretendemos que sea cierto?
Te voy a contar una historia y tú decides qué es ficción o
realidad:
Esta mañana la confirmación del supuesto cometa me pilló en
medio del quinto cigarrillo y el segundo cortado en una pausa de mis compras, maratonianas,
por estas fechas. Nos habían dicho que ni dios apretaría el botón rojo en un
arranque de “Aquí mando yo” y tras arrepentirse –cinco continentes más tarde- se
dieron cuenta que olvidaron instalar el botoncito de marcha atrás. La noticia
alarmó al mundo y está claro que cuando vieron el comenta cayeron en la cuenta
de que los dioses se habían enfadado; Se escuchaban sirenas, insultos, choques…
Yo seguí fumando mi cigarrillo. Sentía una extraña calma y
además correr sería un absurdo; ¿adónde?
Él también se quedó en su mesa observando (me) como cuando
entré en la cafetería y dudé en cuál de las seis mesas libres me sentaría o en cuál
de las cuatro sillas reposaríamos yo y mis silencios. Mientras el mundo corría,
-sé que corría porque como ya te dije se escuchaban sirenas, insultos, choques-
yo tiraba con fuerza del cigarrillo que jamás me mataría, y él me acariciaba
con la mirada echando el humo de su cigarrillo en dirección contraria a mis
pulmones. Sé que sonreía. No me pregunten como lo sé pero lo sé. Entonces
apagué mi sexto cigarrillo y tomé la taza en las manos mirando de reojo hasta
casi doler y vi que escribía en un pequeño cuaderno mientras seguía sonriendo
hasta que de sopetón me miró descaradamente. Rebusqué en mi bolso –en parte
para disimular en parte para seguir disimulando- hasta alcanzar el portamonedas
para pagar pero caí en la cuenta de ¿a quién? Al volver a mirar, él, se había
marchado pero dejó una nota en la mesa que dice así:
<<Me sentía tan solo. Gracias por besar mis ojos con
tu mirada. Pensé que hoy reventaría mi vida y ahora estoy seguro de que no será
así. Nos vemos pronto. Lo sé. No me preguntes por qué pero lo sé. Aquí te dejo
mi número de teléfono. >>
Marqué rápido mientras corría por el centro comercial;
-Por sobrecarga en la red, marque dentro de cinco minutos.
Y grité, insulté…y choqué.
miércoles, 26 de diciembre de 2018
¡Qué cosas,eh!
Me veo en la obligación de escribir como si fuera un castigo
de aquellos en los que cien veces se creía suficiente para no hablar en clase y
ver la luz: Y ahora que te quiero…decirte que… Y ahora que te quiero…decirte
que… Y ahora que te quiero…decirte que…
Un Góngora, responde machacando en un almirez a un Quevedo
que vomita peste a ajo sin perder la compostura, y sólo quien nos conoce sabrá
qué digo. Porque todo esto fue como una droga y toca pasar el mono. Francamente
no sé a quién de dos se le ocurrió si nunca nos gustó el primer lugar donde
quedamos, ni una canción nos identificó jamás y lo más insólito es que tampoco
tendremos que pasar huyendo de cualquier fecha del almanaque – ¡a salvo!-… Menos
mal que tampoco nos dio por apuñalar un árbol tatuando tú y yo, para luego no
volver a pasar a su lado dejándolo mal herido.
Por consiguiente: las palabras final y feliz, no deberían
estar contenidas en la misma frase rimando, indudablemente, con la palabra
miedo, porque eso es un trío donde solo
eyacula este derrumbando sueños
sobre realidades que tiemblan, no
sabemos si de felicidad (Al fin y al cabo o al cabo del miedo) o de frío, a
pesar del fuego, dejándonos rotos. Pero rotos así; reducidos a un saludo. Rotos
hasta la espina dorsal. Bien rotos… como de costumbre.
lunes, 10 de diciembre de 2018
Devuélveme
Vuelve tu mirada.
Vuelve tu palabra.
Vuelve tu empeño y tus ganas, pero vuelve.
Vuelve la sonrisa doquiera que esté alejada.
Vuelve la memoria abandonada.
Vuelve, que no me sirvió de nada curar la herida sin sacar la bala.
Vuelve con tus letras frías y tu poesía caliente.
Vuelve por lo que más quieras que estoy rota… y escucharemos canciones
formando un revuelo con el alma al cielo y los pies sobre la derrota.
¡Vamos! ¿A qué espero? Quítame el luto de las palomas de mis manos, del polvo de las mariposas y los pájaros en la cabeza.
Vuelve Cuerda de Remate, que por algo se empieza, y devuélveme otra vez al folio de la mujer despierta.
domingo, 9 de diciembre de 2018
La importancia
Me gustó verle sentado ante una copa. Tomaba un sorbo y me
sonreía. Sus manos nunca quietas me acariciaban a segundos volviendo a la
barra, de mi mano a la copa, de la copa a mi mejilla, de mi mejilla a sus
muslos. La música sonaba a toda pastilla y sonreía al recordar cada título
dedicándome el mejor de los fragmentos sin apartar la mirada. Besó mi mejilla
justo en ese punto sin nombre de letra del abecedario, ubicado entre el lóbulo de
mi oreja y donde termina mi sonrisa, para empezar a suspirar deteniéndose unos
segundos de más. Brindó por nosotros y yo en silencio lo hice por él. Quise
quedarme a vivir en el instante en que estalló a reír y también cuando bajó la
mirada al suelo y desapareció de golpe,
también en un segundo, toda la felicidad que desprendía y no dependía de
mí. Pasamos la noche juntos, y la
siguiente, y otras tantas en las que me arrancó mil sonrisas y suspiros y la
ropa y el corazón, cuando dijo lo que dijo y yo respondí lo que nunca he sabido
decir. Lo que más recuerdo es cada último beso de despedida, esos que duran un segundo en los
labios, un beso tan suyo sin mí.
Entro a casa.
Dos segundos salados dan la bienvenida cara abajo.
Suena el móvil. Tengo un mensaje:
-Buenas noches.
-Buenas noches
-respondo.
Sin iconos. Sin rima.
sábado, 8 de diciembre de 2018
Anti-ejemplo
“Seamos como las águilas que cuando hay tormenta vuelan más alto y no
como los pajaritos que se esconden entre las ramas de los árboles”.
El otro día escuche: “¿A mí me dan a elegir entre Súper Man
y Clark y a quién te crees que elijo?”
¿Qué tienen los chicos malos que los hacen tan atractivos?
Esa aparente mosquita muerta, de repente es un hijo de
puta que no se va a andar con tonterías.
Tranquilas femi-risas y femi-cabreadas… Hay algo evidente que nos viene en los
genes (consulten en S. Google que yo no tengo ganas de un copia y pega) desde
las cavernas con sus piedras pintadas, sus mujeres avivando el fuego, tomando
una lanza y defendiendo solas, solas, solas, a la familia mientras los hombres iban de caza, pesca…en busca de alimentos y recursos. ¡Qué organizados eran!
Yo no sé en qué momento nos volvimos tan princesas esperando a que el duque desenvainara
la espada y cayera de boca desde su caballo a nuestras lozanas castañas
imperiales –talla más, talla menos–.
Las mujeres; las de verdad,
jamás perdonamos a un hombre que no tenga fuerza en “casi” todos los sentidos
en los que se puede definir esa palabra. No hablo de superioridad física, que
conste, por eso lo de casi. Hay que tener fuerzas para llorar aunque sigan
diciendo que son lágrimas de cocodrilo, fuerzas para pedir ayuda, fuerzas para
reconocer que se está enamorado etc. Reconocer incluso una debilidad, sea
sexual, comestible, un juego…yo qué sé. Vale, tampoco es cuestión de darles una
medalla ni introducirles en el libro de los records como la octava maravilla o,
suavizando un poco, una obra de arte plasmada en un libro –la número 99– (iba a
escribir 69 pero tengo tos y si me da la risa…)
¿Por qué los malotes? –a estas alturas espero que entiendas
que no hablo de maldad que te lo tengo que explicar todo– porque nos atrae alguien
que tenga criterio propio, que no sea un pelele, que sea capaz de distinguir y distinguirse.
En pocas palabras; “Un Hombre”.
El miedo nos paraliza y tener valor/fuerza, para enfrentarlo
no lo tienen los gigantes con pie de barro…lo tienen aquellos, musculitos o no, –ya te lo dije– que se atreven. Eso los convierte en hombres sólidos y por
consiguiente, mucho más atractivos.
Toda esta cantaleta es para decirte querido hombre: – ¿A qué
pensabas que escribía solo para chicas? –, que no imites a basuras o lo serás.
Sé un malo malote, por favor, pero de los buenos.
EM
Todo comenzó como cualquier nacimiento. Como los ríos esos
que nacen, crecen, se reproducen y mueren… ¿Quién detendrá este río? - y a santo
de qué- que avanza hacia el mar para morir en un abrazo, evaporarse hasta ser
nube, cuando es inevitable volver a llover.
Sigo cuerda de remate 08/12/2018
Sigo cuerda de remate 08/12/2018
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