Hace unos días me encontré con
alguien que marcó mi infancia. No la reconocí ni fijándome en sus ojos. Por
más que la miraba mientras decía -¡Pero
si eres la misma! No has cambiado -no encontré ni un solo rasgo de la
reina de las fiestas del barrio…
…Por el contrario fui la última
de la fila para no tapar a los demás en las fotos. Todos gritaban: <¡Ahí viene ella!>, y salían corriendo felices a
esconderse sin darse cuenta del daño que eso me ocasionaba. Con el andar del
tiempo mis amigos comenzaron a ser solo hombres mayores que yo y eso causó
envidias, sobre todo en las chicas diez de la época. Se preguntaban cómo era
posible que alguien como yo, que no vestía a la moda y no daba la talla, porque
la superaba en todas las dimensiones en su, super/mega/pop, sistema métrico
decimal, pudiera estar rodeada de los chicos por los que ellas babeaban y para
los que empleaban sus mejores armas en su afán de cazarlos. Ellos apreciaban mi
compañía, las horas de charlas, las letras, mi guitarra y sobre todo mi niñez.
Pasaron los años para todos. Unos
calvos, otras con sobrepeso y yo, que acostumbrada a no pasar horas ante el
espejo me siento genial, acepto los cambios,
agarro todos los días mis complejos y los saco a la calle porque sé que
nadie se volteará para ver mi cuerpo, a traición, y es algo que agradezco, pero
sí que se quedará cuando sienta quien soy realmente; aquella a la que muchos
temían.
Así es, eres una mujer bella por dentro y por fuera. Siempre lo has sido. Pero como sabemos que los estereotipos son los que se llevan. Pues ahí queda en el retrovisor, los cuerpos cambian. Pero nosotras seguimos siendo personas y tu maravillosa.😘😘😘
ResponderEliminarAsí es, "seguimos". Un abrazo hermana!!!
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