Desperté en la noche con la
sensación de haber dormido demasiadas horas. ¡Faltaba tanto para amanecer! Las lágrimas brotaron. Quizá fue una pesadilla
y ya la había olvidado. Dolía. Encendí la luz. La apagué, dispuesta a dormir,
pero el frío en mis manos y pies no eran buena compañía, solo soy buena
compañía en verano. Cerré los ojos temblando y te vi. Ya no recordaba esa
sensación, eso de no estar sola. Entonces ardió mi habitación a la temperatura que
desprendes cuando es endiabladamente insoportable tenerte tan cerca.
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