Disculpa mi tardanza
y tu estar extrañándome, pero, es que a no sé cuantos quizás por hora me fui de
la sábana equivocada. Salí, así como quien no quiere la cosa, y me vi como una
perra olfateando una pista. Por el camino encontré el oxigeno que avivó mi fuego. Dejando a un
lado de la primera caricia al ego, abrí la puerta al miedo que tenía miedo; a quererme,
complacerme, tenerme, follarme y hacerme el amor –me da igual el orden– y a ponerse en mis zapatos. La risa se quitó
la camisa de fuerza y con los ojos como
platos me miró y en un arrebato me besó
con esos besos torpes de primeriza, sin saber que yo ya venía con la boca
partida pero le importó un carajo. Ahora nos besamos aprendiéndonos hasta que
rugen las venas. He comenzado ordenadamente por su cara y ya voy –después de
tantos meses– por la segunda pestaña. Así que a tu pregunta ahora que te extraña, diré que he
estado muy ocupada... enamorándome.
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