Es que rebosa más de
lo que mis ojos pueden aguantar, y mi mayor miedo es no tener miedo desde
entonces. Su hilera de dientes pronunció mi nombre. Claro que me llamó; ¿Alguna
vez lo has hecho mientras caes? Sí, todo eso me llamo desde entonces. No me dio
tiempo a responder a mi nuevo nombre. Tampoco me dio tiempo a terminar de
temblar al sentir el poder que me otorgó y no me asusta. Sin moverme ya me
poseía por entera avanzando a rastras. También sin moverme acaricié sus alas
que de tanto placer me dolían. Mis piernas se abrían y sus labios besaban todas
las babas que de mis ojos tras la embestida brotaban, suplicando cerrar el
cielo y cualquier tierra prometida que tarde o temprano prescribe. Mi lengua
dibujó el borde de todos sus bordes y mientras susurraba mi nuevo nombre, me di
cuenta de todas las veces que subí al cielo cuando en realidad quería caer,
caer, llegar al fondo, adonde el fuego quema y no mata y la sangre te arde y el
alma se hiela y la culpa queda escrita en cualquier hoja sin color olvidada en
una esquela equivocada de deidad… Adonde el placer pide más aunque mueras diciendo:
-Sí, así, con las
alas atormentadas que es como vuelan los que van en sentido contrario…
Fue verle y sí, mis
ojos no quieren darse cuenta de que ya le han visto antes, antes de un vete,
antes de un sí, sí…si quiero, antes de arrodillarme ante mi bestia que siempre
está en celo y sentir que tenerle tan cerca es como un disparo a quemaboca.
Obra de Pedro Lezcano Jaén. Título: Ladrón de almas;(2019. 120x100 cms), un autonitrato malintencionado con sonrisa falsa y alas a medio arrancar, a manos de un dios indignado:
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