lunes, 23 de septiembre de 2019

Caminando por la vida

Dicen que nunca es tarde. Yo siempre pensé que solo era más lenta. Nos conocimos en la puerta de la ortopedia. Él cojeaba de su pierna izquierda, yo de mi pierna derecha. Le dije que había dejado de buscar a mi alma gemela, él que dejó de esperar a su polo opuesto, y así, entre tropiezos, nos tropezamos. Los niños querían limpiar sus botas y a él le daba igual llevar una pierna de palo. Se sentó a esperarme y cuando salí, con mi alza puesta, contaba historias a los limpiabotas de cuando andaba a dos patas luchando en no sé qué guerra. Ese día se enderezó la vida y todo fue tan rápido que terminamos torciendo al fin los pasos mal dados, en dirección contraria, al punto medio donde la equis sí que marcaba al fin el sitio donde se encontraba lo más buscado.


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