domingo, 29 de septiembre de 2019

Su minuto de calor.



El gallo ha cantado tres veces. La lámpara se ha roto y mi vela es demasiado vieja para aguantar hasta su regreso. Tengo preparada la libreta, y mi lápiz está más contento que un niño en su primer día de escuela. El olor a café y pan recién hecho ya inundan la habitación. La madera cruje bajo mis pies espantando a la carcoma.
Me ha dicho que me contará todo y si puede me traerá un regalo. Siempre me promete un regalo. Pero cuando regresa, cansada de toda la noche, le pregunto qué me ha traído… Retira la tabla suelta que hay bajo la escupidera y guarda una moneda en el saco de terciopelo negro mientras exclama algo que suena a cuando olvidas un fuego encendido pero ya estás lejos. Patalea las mantas. Se abraza a la almohada y comienza a contarme desde la cama por qué ha tardado tanto si ya él estaba en lo alto. Entonces, mientras la cuchara golpea a jirones mi taza, pierde la vista en un punto situado lejos de mí, y ella; la tímida con todo el mundo -excepto con los extraños- me habla de su minuto de calor y de que no está hecha de queso, ni es tan fría ni tan pálida ni tan sola ni tan Luna. Y es cuando escribo.


"Su minuto de calor." by Pedro Lezcano Jaén.

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