Y a saber por qué no, un día dos miradas se detienen y se
preguntan ¿jugamos?
A veces somos tablero sin fichas. Sin jugadores. Golpeados
por cada game over. Aplaudidos. Arañados. Olvidados. Desempolvados. Excitantes…
guardados tras una trampa de partidas a gritos de –noteajunto-, ya no juego que
– ¡más, más!-, más no puedo saber las respuestas sin preguntar cuando la
pregunta es: ¿Jugamos?
A esta mujer siempre la hiciste… jugar a sentir. Desde el
instante en que las dos miradas se detuvieron. Ahora me apetece un juego más
brutal, a todo riesgo, que dé más miedo jugar a ganar perdiendo el miedo a perder.
Sé que de la última
partida te debo lo que te debo. Y si me gusta algo de ti, no es solo la trampa
que hay cuando te toca; manteniendo la mirada cuando se acaba el juego
acordando que podríamos durar un día más… es, que siempre, a ojos cerrados,
juegas a ganar.
Me apetece otro juego. Más brutal. Que dé… más –más, más-, ¿más
miedo? y en el que pueda ganar lo que sea que seas; piedra, papel o tijera.
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