Cuando me marche no quiero flores. Sé que estarán por
aquello del qué dirán. Pobres moribundas.
Cuando ya no esté que no te remuerda nunca la conciencia,
prefiero a los objetores aunque, los primeros consolarán sobremanera a los
segundos.
Si me voy no digan que era una santa, ni dios lo permita,
que quiero descansar de tantas lástimas y peticiones a gogó que jamás he sabido
resolver.
Como me tendré que ir, sé que habrá lágrimas, son
inevitables, pero, por favor cuenten chistes, verdes, rojos y negros, blancos y
azules, seguro que por eso recordarán ese pésame sonriendo entre lágrimas de
cocodrilos, de dolor auténtico y solidaridad contagiosa.
Al que no llore que no olvide un rezo, por si me pierdo en
el limbo en busca de la luz y termino en los infiernos, aunque, ahora que lo
pienso, si voy al infierno en el que ya estoy, ¿para qué quiero un cielo que
desconozco?