Le dio por consultar con la almohada y esta le puso la otra mejilla. Las sábanas se acaloraban entre sus muslos y no le dejaban dormir. Se levantó y buscó distraerse entre letras. No pegó ojo aquella noche. Lo que pasó fue que se alejó de aquella maldita mujer, pero olvidó despedirse de la poeta.
jueves, 27 de septiembre de 2018
miércoles, 26 de septiembre de 2018
DULCES SUEÑOS.
Alcé mis ojos y pude
comprobar que la noria rozaba el cielo, que había mucha gente pequeñita en lo
alto que se hacía grande en la bajada. Que algunas parejas bajaban besándose y
otras subían abrazadas. Que los de atrás jugaban a alcanzar a los de delante.
– ¿No subes? –me dijo
aquel chico mirando el puñado de tiques sin estrenar que yo llevaba en la mano.
–No, soy muy
pequeñita y no me lo permiten.
–Hay atracciones
también para ti
–Sí. Lo sé.
Me subí al caballito
mientras él se alejaba mirando hacia atrás sonriéndome con un guiño mágico.
Giré y giré montada en aquella fiera estática de color blanco que me llevaba al
galope soportando mi delicado cuerpecito sobre su lomo sin dejarme caer.
Agarrada a las riendas plateadas intentado alcanzar al caballo que iba primero
no me importaba ir tan atrás, ni tan lenta, lo importante era la maravillosa
carrera.
Cuando terminé de
girar en el tiovivo me senté en un banco
y volví a verle. Él gritaba y reía desde la montaña rusa levantando los brazos
en las más peligrosas curvas. Me dio un vuelco el corazón de pensar que podría
caer pero se me pasó rápido, porque también pensaba en lo bien que se lo estaba
pasando y que cuando yo creciera haría lo mismo, podría subir a cualquier
atracción ya que mi tamaño no sería un
problema… Sin darme cuenta sonreía de nuevo e incluso carcajeaba al escuchar
sus gritos.
Poco después me fui
al puesto del algodón de azúcar y me permití uno. Iba tomándolo despacio,
sintiendo su nube rosa, espumosa y delicada en mi boca, chupeteando mis dedos,
viendo cada atracción y la reacción de
la gente. Los niños gritaban “mami mira” desde las sillitas giratorias, las
parejas se besaban en la noria, se escuchaban los gritos que salían de la casa
del terror –ahí volví a carcajear algo nerviosa–, los disparos de escopetas de
balines, las tómbolas… Puse una moneda en la máquina de la fortuna y salió una
tarjetita que guardé en mi bolsillo para leerla en otro momento porque no podía
dejar de mirar todo lo que acontecía a mi alrededor…Olía a caramelo, a castañas
y carbón, a roscas de fresa…a la entrada del otoño.
Entonces volvió a
aparecer.
–Ven, dame la mano.
– ¿Qué?
– ¡Vamos!Dame la
mano.
Le di la mano sin
soltar de la otra el palito del algodón de azúcar que se iba rozando por las
ropas de toda la gente mientras él tiraba de mí con entusiasmo sin tener en
cuenta mis cortos pasitos.
–Ahí no podré subir.
–Sí que podrás
–Viene conmigo, –le
dijo muy serio al feriante que ya tenía preparado el argumento del por qué
alguien tan pequeño no podía subir sola a la atracción.
Yo temblaba de
emoción y algo de miedo. Nos pusieron el cinturón de seguridad. Las barras
bajaron lentamente hasta depositarse a la altura de nuestros muslos. Mi
respiración era un disparate y mi corazón tenía prisa por dar la orden de
avanzar. El vagón comenzó a moverse por aquella vía recta. Él pasó su brazo
sobre mis hombros y apretó su mano acercándome más a su cuerpo a modo de
protección. Me miró a los ojos con un brillo verde mágico sonriendo. Entonces empezamos
a subir lentamente, lentamente, lentamente…
Su mano en mi hombro
comenzó a zarandearme.
–Señora, señora. ¿Se
encuentra bien?
Abrí los ojos y noté que algo tiraba de mi pelo. Era el palito del algodón
de azúcar pegado entre mi cabello y el banco del parque.
–Sí gracias agente.
– ¿Quiere que avise a
alguien?
– ¡No por dios!..., estoy
bien, gracias. Seguro que me quedé dormida. Dos litros de sangre dispuestos a
hacer mi digestión de chuches… Ya sabe.
Me puse en pie,
recogí las cáscaras de castañas y las amontoné cuidadosamente dejándolas caer sobre
el papel blanco en el que me las habían servido y puse el palito del algodón de
azúcar encima con cuidado de no manchar el banco con los restos. Tomé un sorbo
de agua. Saqué servilletas húmedas y limpie mi cara y mi pelo. Metí la mano en
el bolsillo y sin mirarla, pegue al palito la tarjeta que había sacado de la
máquina de la fortuna. Me crucé el bolso como siempre y como siempre tiré todo
a la papelera del parque…y me fui a casa.
Imagen sacada de a Web.
lunes, 10 de septiembre de 2018
Qué idiota
Los idiotas estamos de moda. Comemos sano lo primero que se
nos viene a la boca, respiramos sano ese cilindro alquitranado con la excusa de
que nos calma. Bebemos sano zumo de uva o cebada o de cualquier guarrada que
nos quite la sed, o la rabia des alcoholizada. Los idiotas estamos y siempre
estaremos de moda, gastamos mucho en poner en duda el sentido común y poco en
poner entre dudas las dudas. Los idiotas vamos a pie de relato en relato y nos
gusta pasar el rato con nuestros amigos tan o más idiotas que nosotros, <<
¡Más lindos… qué idiotas!>>. Los idiotas nos desvelamos durante el día y prendemos
fuego a las noches apagándolas con saliva o lágrimas, o cualquier fluido
inflamable que deje constancia de nuestras heridas. Nos enamoramos, nos reímos,
nos manchamos y marchamos <<y volvemos>> nos engañan y tropezamos
como reverendísimos idiotas. Mira que los idiotas no vamos por ahí diciendo que
somos más listos ni menos cobardes, porque somos un poco las dos partes.
Llámame idiota, que yo siempre me la juego sanamente aunque el tiro por la
culata me toque en segunda base, porque el mundo literal es tan difícil… que me
prefiero la idiota entre las idiotas, exponiéndome a que pase lo que pase,
porque si no, no lo haces.
sábado, 8 de septiembre de 2018
VA POR TI
Quieres llevarme a tu mundo y repasar todas tus excusas –la ilusión
de mi vida-. Quieres explicarte el por qué no debo quedarme. Explicarte porqué sientes
que te invado. Explicarte a ti mismo, en voz alta, a cámara lenta y con banda
sonora –que es como se explican los protagonistas- una y otra vez qué fue, cómo
y dónde latiste tan rápido o paraste tan lento.
A mí me da igual. De veras. No me
importa cómo sufriste más que nadie, ni cómo te partieron en tres y andas por
el mundo buscando tu última parte. Quién
te dijo que puedes bajarme de mi infierno y sin salir ileso derrapando en la
curva de algún cielo. A mí que me secuestraron los huesos y los conjugaron
también en pluscuanperfecto partido. A mí que nunca me llevaron flores a sus
cementerios improvisados. A mí que me educaron a la moda, al gusto, al oído y
al esto es lo que toca, y un día dije que ni cuerda ni loca. Dime quién puede
sacarme de mi infierno y poner fronteras donde jamás se divisó un horizonte.
Explícatelo, que cuando te lo expliques más, lo entenderé menos.
sábado, 1 de septiembre de 2018
Sé perder.
He perdido tanto en la búsqueda; el tiempo, el sueño, el
trabajo, el dinero, la salud, la amistad, la esperanza, el amor.
He perdido tanto en la apuesta; la mentira, los papeles, el
sentido, la razón y el corazón,
la guerra, los colores.
He perdido tanto en lo que encontré; el aguante, el que se
me note, lo que jamás fue, las lágrimas, la tontería.
Ha sido tanto lo que quedó en el camino que anduve del revés,
que cuando perdí el nosotros supe al fin ser yo y no con eso me basta lo que
tanto sobró.
Ya no me queda otra que ganarme la partida; yo contra yo. Porque
soy capaz de retarme sin hacerme trampas, por una vez.
viernes, 17 de agosto de 2018
CHORRADITAS
Me encantan los besos volaos…un beso y un globo. <<Cosalinda
los besos, y tú>>.
Imagino que vienen saltarines a mi mejilla, o que frenan al
borde de mis labios, o que los atrapo
con la mano y los guardo porque me hacen cosquillas, o que van directos al
corazón sin salida.
Que atraviesan el Atlántico a toda leche o pastilla y te
buscan y sonríen al verte y se meten por tu ropa acariciando lentamente y salen
vía whatsapp planeando por tu frente.
Dame un beso volado, o robado, o preferente, o urgente y te
contaré cuando vuelvas con pelos y señales qué se siente.
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