Lo que pasa es que a las chicas como nosotras, nos mata la razón y nos puede el corazón. Nos dejamos invadir por cualquiera dispuesto a besar nuestra piel de miel y colmena. Nos volvemos loquitas cuando nos asalta la idea de un algo nuevo por venir, como una supernova, y nos ataca la risa floja. Nos lanzamos sin pensar en una fecha de caducidad. En si perderemos otra vez o por una podremos ganar. También nos ataca la risa floja al perder y después de levantarnos desgreñadas al atardecer, recogemos la chatarra y tras una minuciosa separación, para un buen reciclaje, porque aspiramos a un mundo mejor, la tiramos a la basura. Entonces a esa piel que se vuelve tan loca, le ponemos una camisa de fuerza… y al nuevo amor de nuestra herida lo olvidamos con una perreta, unas copas y vamos a refugiarnos al santuario de nuestras locas amigas. Hartas de coleccionar motivos por el que echar de menos con contrato indefinido y excusas del porqué nos dejan rotas, malheridas, con la rabia en pedazos, con el alma partida y al filo de la derrota... arrancamos del diccionario todas las palabras, y efectos secundarios que signifiquen amor... o idiota.
jueves, 8 de agosto de 2019
martes, 23 de julio de 2019
Tan tanto.
Yo, elegí el vicio de su boca -y porque el mundo me ha hecho
así-, me tocó perderme en su silencio y
ser ñoña al escribir. Vulgar al besarle. Estúpida al nombrarle. Valiente al
amarle. Zorra al hacerlo. Astuta jugando
a olvidarle.
Él, era tan tanto; para quererle, para cuidarlo y mimarlo. Tan
frío. Tan suyo. Tan piedra.
Yo, -que estuve ahí-, no volveré -a sentirme así-, con
alguien tan perfecto… como innecesario.
Obra: Remedios Varo
jueves, 18 de julio de 2019
Querida Censura
Querida Censura (dos puntos)
No me mates así, que no es forma. Mira que muero en el Realismo Mágico, tan crudo como mi piel. Me apasiona Safo, la cual me creó una dependencia absoluta a la partitura Madre de la Literatura. Sigo pendiente de leer y morir -sin que me suban los colores- a Bukowski. Qué decirte de Napoleón, Sade, del punto “G” de Goethe… que me muero, muero…. y eso me da vida.
No me taches, ni etiquetes y déjame así, si, así; con el deseo de que me maten todos al mismo tiempo.
lunes, 15 de julio de 2019
Dos cosas
Odio ir de compras. Yo llevo una lista y me acojo a ella como el de Notre-Dame se acoge a Sagrado. A veces me fascina; si ya es difícil comprar la oferta teniendo en cuenta que lo barato es caro, ahora se emplea el móvil para aclarar a tu famlia qué estás comprando, mientras intentas abrirte la bolsa, en frutería, con un guante cincuenta tallas más grande, y la muy “bolsa” está pegada de fábrica al vacío y no hay dios que la abra si no mojas con saliva los dedos. Claro que me fascina ver con qué facilidad la abre el frutero y mi imaginación vuela alto y le imagino entre botones, cremalleras o corchetes y…disculpen que me voy por las ramas. De veras que me fascina ir al supermercado aunque odie ir de compras, porque en el pasillo de los hidratos de carbono siempre hay una pareja joven que se disputa si llevar chocolate blanco o con leche, al tiempo que se acuerdan como por arte de magia, mientras él le toca el culo y ella le sonríe, que les falta la cola light, sin azúcar, desnatada, descremada, y des…de todo. También me fascinan los mayores, siempre cargados de frutas y verduras, adictos a las chuches de sus nietos y al tres por dos, mientras se les hacen los ojos chiribitas, y a colarse a la hora de pagar, por sus peras imperiales, mientras a todos los de la fila se nos enredan las cejas en el fleco. Para colmo siempre les falta algo por pesar y hay que hacer pausa para la publicidad mientras la cajera llama para que alguien venga a rescatarla. Mira que siempre he odiado ir de compras y por ello me han llamado rara. Nunca le he contado a nadie, hasta ahora, que para mí es un mundo suculento de historias y es lo único que me anima a estar en una tienda. Las madres a la carrera antes de ir a la puerta del cole, las chicas de doce que entran y salen sin compra (no sé pa´ qué) y yo, encabronada porque han cambiado todos los pasillos y tendré que buscar, como puta por rastrojo, donde están los huevos…
Echo de menos a Manolito el de la tienda. Él lo tenía todo controlado. Sabía qué quería y sobre todo sabía dónde lo tenía. Claro que un día a alguien se le ocurrió (por favor que alguien me lo presente que ya le diré yo dos cosas) que era mejor suminístrarte tú sola. Al menos hacías amigas en las tiendas y te enterabas en primera persona, aunque suene arriesgado, si Luis Alfredo era adoptado o hermano de Cristal, la hija del cura, el que en su juventud tuvo un desliz con Victoria y…ya me fui otra vez por las ramas. Me gusta volar, pero me sucede como a Ícaro, que intentó volar demasiado alto y al derretirse la cera que ablandó sus plumas; plof…
Ya estoy en casa y en lo único que pienso es: ¿Por qué si compramos huevos y nunca están en neveras los ponemos en ella? ¿Quién fue el lumbreras que dispuso una huevera en las puertas de las neveras? (Por favor que alguien me lo presente que ya le diré yo dos cosas)
domingo, 14 de julio de 2019
Y los sueños...
Yo creo que en los sueños y en las pesadillas, hay que creer, porque de alguna manera –inexplicable–,
esas historias son más reales que nuestra vida cotidiana. Con esa premisa
comienzo esta historia:
Yo era joven, no una anciana como ahora que vive de
recuerdos y casi no da dos pasos sin preguntarse por qué dio el primero –jamás
pasé la fase del por qué–. Escuché, en el sueño, una voz en of que dijo, Para ocurrir
hay que estar dispuesto a perderse y encontrarse. ¿Quieres ocurrir?
Entonces vi que dos caminos; Perder y Encontrar, charlaban mientras
leían las noticias del periódico.
–Y
entonces emprendieron el viaje hacia la Ciudad Sumergida... Y ocurrieron. Me
gusta el caminante que quiere ocurrir –dijo Perder desmoñado.
–¿Sabes, Perder? Tengo la sensación de que la
gente me empuja al éxito saltándose el ocurrir. No sé por qué me eligen.
–Yo tampoco. Deberían elegirme a mí, que soy el
mejor.
–Sí. Ya. Perderse es lo mejor, con tu eslogan de “el
camino vale lo que estás dispuesto a pagar por él.
–Anda… porque Encontrar, con “tus pasos de cebra
para no ser atropellados por los principios” son de lo mejorcito.
Mientras discutían intenté hablar con ellos con la
intención de preguntarles qué camino seguir… pero ni caso. Así que me senté
observando y escuchando, intentando decidir qué camino tomar. Y ahí seguían los
dos, erre que erre, pasando las páginas del periódico:
– Aquí dice que tener pasos andados no te garantiza
la experiencia “un puesto” con final feliz, porque el camino será el mismo.
–Cierto, cierto, querido Encontrar.
– Pero no quienes lo transitan.
–Si el Universo está en cambio continuo imagina
nosotros…somos caminos por andar.
–Y por desandar querido Perder.
–No, no. Se hace camino al…Ja, ja, ja.
Entonces se quedaron callados, y con un tono
nostálgico…:
–Encontrar. Ayer una pareja comenzó mi camino por
separado.
–¿Y cómo van?
–Discutiendo. Creen que siempre estaremos aquí –dijo
Perder chasqueando la lengua.
–Ya encontraron al niño que se perdió a mitad de mí –gritó de alegría Encontrar.
–Eso es buena noticia Encontrar. Un maravilloso
ocurrir.
–¿Sabrán todos estos que al fin del camino solo está
el fin?
Entonces se me quedaron mirando diciendo:
–¡Ah, hola caminante! ¿Qué tal… te atreves?
-Sí… claro… No tengo prisa en meter la pata. Lo que
realmente quiero… es ocurrir –dije torpemente.
Jamás he despertado.
viernes, 12 de julio de 2019
Comienza el juego
Nunca aprendí a rendirme aunque otra cosa es estar rendida. Mira: deberías salir corriendo y no quedarte a correrte pensando que somos un para siempre que jamás se olvida.
Cielo: no quieras que mi corazón vacío juegue a quererte, ya que nadie vendrá a salvarte sin hurgar antes donde más te dolía. Te advierto que no estoy ni preparada ni lista ni dispuesta. Pero, tú mismo. No olvides que un “pero” desmonta cualquier argumento, o perdón, o excusa que comience por lo siento, marcando una equis en cualquier vida. Lo siento -pero lo siento-, por dar un salto mortal y jugármela cuando la red es la herida.
miércoles, 10 de julio de 2019
¡Vamos!
La nevera estaba
vacía. No quería ni arcoírises ni flamenco ni unicornios. No quería nada y sumé a mi desgracia un bolero,
una uña rota, un frasco seco de mi anti-ojeras y otro de colorete en polvo. Mientras
espachurraba aquel kebab, con ganas de morir de hambre, de asco, o de lo que
fuera, el yogurt tocó mi pecho, y el colmo de mis males -al lamerlo- se sentó a
mi derecha diciendo, Tranquila ¿Quién va
a mirar a un alguien que siente que siempre será nadie?
Mis lágrimas lácteas,
moqueando, y un tapón en la garganta descansaron en mis muslos y pensé, ¿Qué
haré ahora con la fila de penas, grises y fríos, y llantos planeados, y noches
sin lunas premeditadas, despedidas sin
despedida, cuando forcejear con el llanto es un encuentro de niñas tristes que
juegan al pilla-pilla, dando ventaja a la vida…si nunca ganas la partida?
Él, tan dolorosamente
cierto, salió detrás de la columna. Tomando
mi mano en su mano y en la otra el salero, con su “vamos” bajo el brazo, dijo
que dijera a la vida, Chica, tú no podrás conmigo y tampoco tus murmullos. No
te hagas la valiente, ni te creas la fuerte entre todas las fuertes, que cuando
a la pena se le hace cosquillas, explota
en tu cara a cara y siempre pierdes la partida. Hazlo así y verás lo que es
vida.
Ahora ya no compro anti
ojeras, ni recuerdo la última vez que lo hiciera. Canto por soleares, flamenco,
isas, boleros, y no me duele la de El día que me quieras. A rato me muerdo las
uñas y nos besamos como se come un buen yogurt que lames hasta la tapa. En la
nevera tengo lunas y unicornios y algún que otro arcoíris combinado. Compro sal
premeditada, y los polvos…bueno…los polvos…
A lo que iba; adoro
rodear columnas mientras jugamos al pilla-pilla, y me dice “vamos” y, claro, me voy, porque él me deslumbra y me
celebra, indicándome el camino de baldosas amarillas.
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