jueves, 29 de agosto de 2019

Por tener no tengo

Yo también tengo mis demasiado tarde.
No sé los tuyos, 
pero, 
los míos terminaron con un te quiero que jamás dije.

miércoles, 28 de agosto de 2019

ES LO QUE TOCA.




Siempre empiezo por sus manos aunque suene a pervertido… Donde otros ponen las balas él pone las manos a riesgo de quemarse. Hablar de manos es como hablar de bocas. Algo así como tener una buena historia en la manga. Ese medio que recorre mis caminos destino a ninguna parte. Sus manos, que, pausan mi pulso y miden la distancia entre el telón de sus pestañas y mis -yanopuedomás- me desnudan como quien abre un regalo rompiendo el papel y tienen mi mundo a sus pies; sobre sus pies podría escribir otro discurso que se interrumpe cuando pregunto, ¿Qué hacen unas manos como las tuyas entre unas piernas como éstas? Será porque Sabina le levanta la falda a la luna, y él…él me levanta y  me voy...O que mis manos, tan adictas a los desastres como a palpar, huyen entre sus costillas cuando las suyas me hacen cosquillas antes de volver a subir…o a empezar.
Reconozco que envidio al poeta que lloraba tinta. Mas yo, sin embargo, lloro papel con todas mis ganas
porque anoche, con el corazón en un puño, le susurré un ¡Te quiero! -comer con las manos-, olvidando que sus manos, como todas las manos, también tienen alas.



lunes, 12 de agosto de 2019

Aprobado


Solo fui a por un café y volví. Buscaba en la Web la foto de un escritorio para mi poema. Esa mesa que denota orden, inteligencia e incluso pulcritud. Con ambiente tenue y vintage o más antiguo si se puede. Que parece desprender olor a madera, castañas, canela…según le dé a mi mente al verla. 
Me acabo de topar con la mía (¡redios!). Recordé a mi profe de mates el cual, una vez, me dijo que el cerco de café en mis apuntes era una señal clara de que se estaban utilizando. Que los apuntes maqueados eran indicio de un suspenso porque el alumno venía con dudas sin haber repasado siquiera el tema. Él me daría un aprobado, yo me voy a buscar otro café.


jueves, 8 de agosto de 2019

COSAS DE CHICAS

Lo que pasa es que a las chicas como nosotras, nos mata la razón y nos puede el corazón. Nos dejamos invadir por cualquiera dispuesto a besar nuestra piel de miel y colmena. Nos volvemos loquitas cuando nos asalta la idea de un algo nuevo por venir, como una supernova, y nos ataca la risa floja. Nos lanzamos sin pensar en una fecha de caducidad. En si perderemos otra vez o por una podremos ganar. También nos ataca la risa floja al perder y después de levantarnos desgreñadas al atardecer, recogemos la chatarra y tras una minuciosa separación, para un buen reciclaje, porque aspiramos a un mundo mejor, la tiramos a la basura. Entonces a esa piel que se vuelve tan loca, le ponemos una camisa de fuerza… y al nuevo amor de nuestra herida lo olvidamos con una perreta, unas copas y vamos a refugiarnos al santuario de nuestras locas amigas. Hartas de coleccionar motivos por el que echar de menos con contrato indefinido y excusas del porqué nos dejan rotas, malheridas, con la rabia en pedazos, con el alma partida y al filo de la derrota... arrancamos del diccionario todas las palabras, y efectos secundarios que signifiquen amor... o idiota.



martes, 23 de julio de 2019

Tan tanto.


Yo, elegí el vicio de su boca -y porque el mundo me ha hecho así-,  me tocó perderme en su silencio y ser ñoña al escribir. Vulgar al besarle. Estúpida al nombrarle. Valiente al amarle. Zorra al hacerlo.  Astuta jugando a olvidarle.
Él, era tan tanto; para quererle, para cuidarlo y mimarlo. Tan frío. Tan suyo. Tan piedra.
Yo, -que estuve ahí-, no volveré -a sentirme así-, con alguien tan perfecto… como innecesario.



Obra: Remedios Varo


jueves, 18 de julio de 2019

Querida Censura


Querida Censura (dos puntos)
No me mates así, que no es forma. Mira que muero en el Realismo Mágico, tan crudo como mi piel. Me apasiona Safo, la cual me creó una dependencia absoluta a la partitura Madre de la Literatura. Sigo pendiente de leer y morir -sin que me suban los colores- a Bukowski. Qué decirte de Napoleón, Sade, del punto “G” de Goethe… que me muero, muero…. y eso me da vida.
No me taches, ni etiquetes y déjame así, si, así; con el deseo de que me maten todos al mismo tiempo.


lunes, 15 de julio de 2019

Dos cosas


Odio ir de compras. Yo llevo una lista y me acojo a ella como el de Notre-Dame se acoge a Sagrado. A veces me fascina; si ya es difícil comprar la oferta teniendo en cuenta que lo barato es caro, ahora se emplea el móvil para aclarar a tu famlia qué estás comprando, mientras intentas abrirte la bolsa, en frutería, con un guante cincuenta tallas más grande, y la muy “bolsa” está pegada de fábrica al vacío y no hay dios que la abra si no mojas con saliva los dedos. Claro que me fascina ver con qué facilidad la abre el frutero y mi imaginación vuela alto y le imagino entre botones, cremalleras o corchetes y…disculpen que me voy por las ramas. De veras que me fascina ir al supermercado aunque odie ir de compras, porque en el pasillo de los hidratos de carbono siempre hay una pareja joven que se disputa si llevar chocolate blanco o con leche, al tiempo que se acuerdan como por arte de magia, mientras él le toca el culo y ella le sonríe, que les falta la cola light, sin azúcar, desnatada, descremada, y des…de todo. También me fascinan los mayores, siempre cargados de frutas y verduras, adictos a las chuches de sus nietos y al tres por dos, mientras se les hacen los ojos chiribitas, y a colarse a la hora de pagar, por sus peras imperiales, mientras a todos los de la fila se nos enredan las cejas en el fleco. Para colmo siempre les falta algo por pesar y hay que hacer pausa para la publicidad mientras la cajera llama para que alguien venga a rescatarla. Mira que siempre he odiado ir de compras y por ello me han llamado rara. Nunca le he contado a nadie, hasta ahora, que para mí es un mundo suculento de historias y es lo único que me anima a estar en una tienda. Las madres a la carrera antes de ir a la puerta del cole, las chicas de doce que entran y salen sin compra (no sé pa´ qué) y yo, encabronada porque han cambiado todos los pasillos y tendré que buscar, como puta por rastrojo, donde están los huevos…

Echo de menos a Manolito el de la tienda. Él lo tenía todo controlado. Sabía qué quería y sobre todo sabía dónde lo tenía. Claro que un día a alguien se le ocurrió (por favor que alguien me lo presente que ya le diré yo dos cosas) que era mejor suminístrarte tú sola. Al menos hacías amigas en las tiendas y te enterabas en primera persona, aunque suene arriesgado, si Luis Alfredo era adoptado o hermano de Cristal, la hija del cura, el que en su juventud tuvo un desliz con Victoria y…ya me fui otra vez por las ramas. Me gusta volar, pero me sucede como a Ícaro, que intentó volar demasiado alto y al derretirse la cera que ablandó sus plumas; plof… 
Ya estoy en casa y en lo único que pienso es: ¿Por qué si compramos huevos y nunca están en neveras los ponemos en ella? ¿Quién fue el lumbreras que dispuso una huevera en las puertas de las neveras? (Por favor que alguien me lo presente que ya le diré yo dos cosas)