sábado, 10 de septiembre de 2022

La del moño

 Me sorprende la fragilidad que diferenciaba un delito de un pecado. Lo segundo se sentaba junto a mi infancia en el púlpito equivocadamente. Nunca supe el por qué.

Me gustaba ver Embrujada y merendar pan con chocolate. Mi gusto cambió el día que asesinaron al gatito negro para hacer un ritual y sacarme del cuerpo el Mal. Se suponía que iba a ser una gallina pero solo quedaban blancas en el gallinero de la partera. La mujer esquivaba al Mal con su sonrisa quieta y la mirada ausente.
Enmudecí y comencé a mojar la cama.
Soñaba cada noche con su sonrisa, su moño italiano tieso, siempre del mismo color negro, tan tieso como quedó el gato tras desangrarse en un barreño. Como quedé yo cuando me bañaron en su sangre.
La del moño traía al mundo un crío tras otro poniendo previamente un cuchillo bajo la cama de la parturienta. A mí me tocaba mirar porque no había forma de aprender a coser como el resto de las niñas, que ya no mojaban sus camas, y se me daba peor lo de los ovillos. Solo tenía que cortarle un pedazo para el cordón e intentar que no me saliera ni un hilito de voz para pedir auxilio.
Con el andar del tiempo, el remate la puñeta fue decirme, Si sigues mojando la cama no podrás casarte.
Hoy han nacido en mis manos cuatro niñas y dos niños. Han sido seis instantes en los que no me he sentido tan sola.
La del moño marcó como un álbum de sellos cada uno de mis miedos. Nunca me sacó el Mal. Y si no fuera porque aún mojo las sábanas, yo no tendría tantas ganas de llorar.

jueves, 1 de septiembre de 2022

RETO

 

Hoy estoy mística perdida, tiquismiquis y llorona. Me han escrito diciendo que cómo alguien tan violenta puede aparentar tanta calma (cosas del reto anterior). Ni nos conocemos, que yo sepa, y cerró su perfil.

¡Ay!, un clic todo lo que hace.

No sé jugar a los dardos (lo anotaré en mi lista de cosas por hacer antes de morir.

El Reto; chulo Maite. Me vino a huevo.

 Veo los tres plátanos y quiero uno (anoten por ahí, también, antojadiza) y ya que estamos: quiero un algodón de azúcar.  

Los armarios suelen estar llenos de pena, Esto lo guardo y es que se partió pero me da pena, Quizás vuelva a entrar en esa talla, y es que es una pena con lo bonito que es, Cuatro metros, 500 destornilladores, bolígrafos sin terminar, un lápiz en estado comático, dos peces de un juego de niños, la cartilla sanitaria <<¿¡coño estaba aquí?!>>. Ya saben de qué les hablo. Aunque hay otros sitios, llámese corazón o fondo del alma, donde guardamos el pasado por si las moscas, por no repetir errores, porque somos cobardes y no dejamos ir o sólo dios sabe a santo de qué. El Amor es lo único que se debería guardar para siempre.

Y de ir va la cosa más que de armarios. Porque llevo dentro de mí lo que guardan los armarios, y lloro. Una debería alejarse de una misma el mínimo tiempo posible. Pero nos regodeamos en ese sitio donde estuvimos alguna vez, ¡A que yes! Claro que pensar en el ayer también tiene su puntito aunque en la noche te queme su voz. Y duele el olvido.

Y aquí estoy, escribiendo lo que soy capaz de decir. Y dirán, Rosy: te falta el gallo. No, no me falta, es que estoy ahí dentro de la casita que pintó Lacave, en mi retiro espiritual asumiendo que debo dejar a la que fui y aceptar a la que soy, con todas sus consecuencias, y conservar a todo riesgo aquello que jamás nadie podrá quitarme, como a la escritora del pasado que siempre llevo dentro, muy adentro, porque no tengo otro lugar donde guardarla.




viernes, 29 de julio de 2022

Las sábanas

 Me sorprende la fragilidad que diferenciaba un delito de un pecado. Lo segundo se sentaba junto a mi infancia en el púlpito equivocadamente. Nunca supe el por qué.

Me gustaba ver Embrujada y merendar pan con chocolate. Mi gusto cambió el día que asesinaron al gatito negro para hacer un ritual y sacarme del cuerpo el Mal. Se suponía que iba a ser una gallina pero solo quedaban blancas en el gallinero de la partera. La mujer esquivaba al Mal con su sonrisa quieta y la mirada ausente.
Enmudecí y comencé a mojar la cama.
Soñaba cada noche con su sonrisa, su moño italiano tieso, siempre del mismo color negro, tan tieso como quedó el gato tras desangrarse en un barreño. Como quedé yo cuando me bañaron en su sangre.
La del moño traía al mundo un crío tras otro poniendo previamente un cuchillo bajo la cama de la parturienta. A mí me tocaba mirar porque no había forma de aprender a coser como el resto de las niñas, que ya no mojaban sus camas, y se me daba peor lo de los ovillos. Solo tenía que cortarle un pedazo para el cordón e intentar que no me saliera ni un hilito de voz para pedir auxilio.
Con el andar del tiempo, el remate la puñeta fue decirme, Si sigues mojando la cama no podrás casarte.
Hoy han nacido en mis manos cuatro niñas y dos niños. Han sido seis instantes en los que no me he sentido tan sola.
La del moño marcó como un álbum de sellos cada uno de mis miedos. Nunca me sacó el Mal. Y si no fuera porque aún mojo las sábanas, yo no tendría tantas ganas de llorar.

lunes, 11 de julio de 2022

Tal vez

 

Tal vez no seamos para tanto: tú que tía buena, yo que estás como un bizcocho…

21:01

Una se acostumbra a sus propios bostezos y a levantarse tras la tercera alarma. Se lava la cara y encumbra su pelo mientras repasa las legañas dándose los buenos días con agua y jabón y un aprobado por guapa. En serio: no sé: a mí me gusta dar los buenos días a todo el mundo; al guagüero, al del kiosco del tabaco, a la orilla juguetona a mis pies. Ya sé desabrocharme sola el sujetador, pasarme la sal, preparar un solo café, -y perdona-: cambiar el canal cuando la peli está en lo mejor si me asusto o me dan ganitas de llorar, y terminar viendo SxNY primera temporada por enésima vez porque no tiene efectos secundarios.

23:11

¡Venga hombre! Que me gustan los tacones, la literatura, la mecatrónica y los canales de youtube de belleza y cocina (aunque luego le ponga los ingredientes que me den la gana) Y a quererme a cualquier hora,- sexo, luego existo-, (los poetas no servimos para mucho fuera de las letras, aunque suenen dos alarmas de más.)

23:40

Yo...

23:40

Es que me pongo nerviosa cuando me miras como me miraste antes, y a falta de adivinar prefiero responderte por Whatsapp, (por último casi todo lo importante en mi vida sucede al despedirnos o por Whatsapp) y conste que hace pocos metros cuadrados que dejé de creer en el amor y le puse un sello de “Cooño: no puedo más”

23:49

Sé qué pretendes.

23:51

Te tomas tu tiempo.

23:51

Y ahí sigues callado, en línea, escribiendo y borrando, como si supieras algo que yo no sé.

23:55

O sí.

23:59

Pues eso: que yo, novata de los primeros besos, me aferro a un “Tal vez”. Sólo te suplico que no me provoques, o terminaré queriéndote como tú a mí.

00:01

 



miércoles, 6 de julio de 2022

A medias

 A MEDIAS

¿Qué sería de un paraíso que ha aprendido a ser la mejor versión de sí?
¿Qué sería de una tumba sin flores?
¿Qué sería de un día sin pan o de una noche sin luna?
¿Qué sería de mí si no me prestaras tu lápiz y yo no te indicara el camino de baldosas de las minas?
¿Qué sería de un héroe sin víctimas?
De una camisa de fuerza sin su cada tema
De las ventanas sin puertas
De la cama sin su extraña
Del tamaño sin su “importa”.
¿Qué sería de los kilómetros sin distancia?
¿Qué sería de mi baile sin ti? (tú ya me entiendes)

.La diferencia

 Reconoceré, quiera o no quiera, que casi todas las lágrimas que he derramado han sido sin querer.

Tengo la impresión de que la fotografía aún huele a talco, al asesinato de la inocencia, al añil de mamá, a todos los besos que vinieron después del primer disparo en la boca. A todos los ensayos en bocas ajenas, en sábanas de algodón, o en algún lugar oscuro de una curva en cualquier acera, buscando en otra boca algo parecido al amor.
Él se inauguró como hombre, ¿y yo?, como todas nosotras, soy la tiza marcada en el suelo; como cualquiera.
Puede ser una imagen de 3 personas, niño(a) y personas de pie


Te besaría

 Misma guagua, misma hora. Se le da bien fruncir el ceño para no llorar. Hoy me he atrevido a preguntarle si Almudena Grandes es para tanto, Joder, fantástica, como un orgasmo, mujer.

No esperaba eso último y he tenido que sonreír. Sus ojos llorosos pasaban de mí, pero me dijo que trabajaba en el Corte y que ya me había visto porque siempre mira hacia el mercado a su paso, ¿Buscas a alguien? Le pregunté, Sí, pero no importa.
Continúa leyendo y le ofrezco un caramelo. Sin mirarme lo toma, lo desenvuelve y sigue leyendo. Le lanzo un suspiro al cristal de emergencias de la guagua.
-¿Qué has comprado? –Pregunta de repente pendiente de Almudena.
- ¿Pero a ti qué…?- Levanta una ceja- Plátanos de La Palma.
- ¿Ya lo eran; no, mujer?
-No. No todos. Hay otras islas ¿no? –Respondo indecisa- ¿Y esa persona que buscas; es una mujer?
-Sí.
Es tan escueto que ya me voy rindiendo. Son semanas y nada de nada. Creo que a partir de mañana me sentaré en el gallinero.
-¿Dónde has estado estos días, mujer? ¡No te he visto!
-Estaba pachucha. El Omicrón ese de las narices. Pero ya bien.
-Me alegro, mujer.
Pasa otra página y lanza un suspiro frunciendo nuevamente el ceño. Sé lo que eso significa.
De repente se arranca.
-¿Te apetece un café, mujer?
-¿Un?
-Café: un fruto rojizo que se tuesta y…
-Sí, sí, ya. Ya sé. ¿Y qué pasa con la mujer; no se mosqueará?
-¿Mujer? ¡Ah! Al contrario, se pondrá muy contenta si se entera. Siempre me dice antes de salir a vender ciegos que debería buscar una buena mujer. Que ella no me durará toda la vida.
-Interesante –respondo aliviada- ¿Mejor un té? Siempre pasan cosas interesantes cuando te invitan a un té.
-O cuando viajas solo en una guagua y una desconocida saca una caja de caramelos que saben fatal y te ofrece uno cada día. Hola desconocida: me llamo Andrés. Dame eso. Es nuestra parada.
-¡¿Que saben…?! (¡Coño!)
Al bajar se detuvo en seco, con mis bolsas del mercado entre sus dedos, y disparó una mirada a mis ojos.
-¿Qué pasa? –Pregunté.
-Nada.
-¿Nada? -Miré con urgencia mi ropa por si tenía una mancha o algo raro encima.
-Bueno sí; que te besaría.
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