Nos mirábamos y me quedaba pensando si quizás le había
conocido en alguna calle, si le escuché alguna vez en un concierto o
compartimos una cerveza en cualquier carnaval,
si hicimos cola en alguna eterna fila y nos fuimos demorando para seguir
sintiendo la sensación de estar lado a lado. Nos mirábamos y no había indicio
de hola alguno. Aquella tarde se paró en seco al mirarme <<a mí ni se me notó porque ya
estaba quieta>>. Tras tender mi mano y estrechar la suya, dije mi nombre. Noté que lo hacíamos
como se toma por primera vez en brazos a un recién nacido. Desde ese entonces
nos hemos visto muchas veces y yo me rezo, y me ruego, no volver a mirarle. Creo
que a él le sucede lo mismo y los dos sabemos el por qué.
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