miércoles, 4 de enero de 2017

Esas sombras

No pensé odiar la luz, ni tantas transparencias.
 Yo, de piel tostada, salada.
Soldado de oscuridades marinas.
Confinada en la costa.
Tanta luz no me deja ver tus ojos.
 No puedo leer tus labios.
Esas que  te rodean torturan mis sombras.
Me acorralan.
Te endiosan.
¡Tengo un plan! ¡Sí!
Llevarte a esa orilla, si te atreves, y  robarte un beso.

Sin importarme jamás las consecuencias.



Rosy Robayna C. (04/01/2017)

martes, 3 de enero de 2017

Doquiera que esté Mi memoria.

Canté el arrorró y tantas otras nanas. “Yo vi llorar a dios” y “Las penas del alma”. También canté al amor y “Por qué te fuiste pa” Inventé aquel “Manos de muñeca” que aún suena en la niña que llevo dentro. Boleros, folías, derrotas. “Qué cantan los poetas”. Mercedes Sosa, Pablo Milanes, Pimpinela, sí a ellos también. Escuché a Tchaikovki, Lizst, Mozart, Zimer, Zamfir, Cortazar, una lista casi infinita. Fui perdiendo el sentido, pero quedaron en mi memoria grabados por siempre. Lo sé, estoy segura, están ahí. Cada guitarra, violín, percusión, viento, todo, está ahí. A veces me revuelve la sangre escuchar nuevamente y ser  tan consciente. No los alcanzo. Se perdieron para siempre y solo queda el eco de los sonidos del fondo del mar cuando aguantas la respiración; a veces un placer, otras una tortura. Hace años dije; para lo que hay que oír, de un modo desenfadado e irónico, por poco hasta me convenzo de ello, pero no es cierto, no se acostumbra una. Agradezco tener memoria y la fortuna de poder escuchar a cada rato sin que suene la música. Como ahora.


jueves, 29 de diciembre de 2016

JARABE DE PICO

El mayor de mis esfuerzos fue olvidar aquel “cosa de locos".
Ya  libre de todo sentimiento viene usted a fastidiar mi calma,
con esa capacidad de envenenarme de música y poesía.
Sepa que buscaré el antídoto. No es la primera vez que seré
adicta a una presencia  y carente de oportunidad.
No sé si adivina su ego mis intenciones.
Sepa  también que estoy lista para conquistarle.
Que llevo años lamiendo mis codos en cada caída.
Confiese al menos que nuestras miradas se han reconocido
 y no es cosa de locos, o al menos, ahórreme el bochorno
 y diga que me equivoco.

Rosy Robayna (28/12/2016)



lunes, 26 de diciembre de 2016

Viaje en guagua al pasado.

Mi hermano dice que todos los  nombres de antaño terminan con un respetuoso  “…ito, …ita”. 
Le conocí en el asiento especial para personas de movilidad reducida, embarazadas, en fin, ya saben a qué asiento me refiero si alguna vez viajan en guagua. Cada día a la misma hora él ya estaba dentro. Nunca le pregunté de dónde venía o el fin de su viaje. Solo tenía seis paradas para contarme con detalle que vivió las dos guerras, el hambre, el trueque, los piojos, o la disentería, con detalles tan bien relatados que a veces me daban ganas de saltarme la rehabilitación o que un atasco nos diera más tiempo de charlar. Tenía noventa y seis años y si bien me fijé en sus ojos verdes más de una vez, la mirada se me perdía en sus manos y aquellos callos cansados que frotaban su barbilla, constantemente, cuando hacía una pausa para recordar no solo el día, sino la hora, el olor o la sensación de cada instante. Antoñito: hoy me acordé de usted al ver el asiento vacío.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Ser o no ser

¡Atrévete! Deja de imaginarlo:
Lo que te sale más caro
el mejor de tus errores
quizás la segunda piedra
la que más te doliera
el erre que erre
el otra vez he vuelto a caer.
Ser el peor de tus males
la equivocación por excelencia
el antes de tu santa paciencia
la perdición más grave
el vacío que se deja
el caer en las redes
y para más inri...
tu estúpida manía de volver a intentarlo

La importancia de un segundo

Cuando la vio sintió que era alguien del pasado, muchas a las que amó. Aparecieron sin más en sus recuerdos cada detalle de aquellas pocas veces que pensó estar enamorado. Seguramente lo estuvo. Ella tenía lo mejor de cada una de las otras. La miraba detenidamente y se entusiasmaba con su mirada… saber que existía. Sin embargo tuvo que fingir que la apartaba del pensamiento al comprobar que estaba cómoda en otra vida. Siempre pensó que su destino sería llegar demasiado tarde.


viernes, 9 de diciembre de 2016

NO ME CONOCES




No sabes si me gusta lamer la tapa del yogur porque sienta en la lengua que ahí se queda el sabor más intenso, o dibujar en el vaho corazones y en papeles; cristos, rosas y ojos que lloran, aunque no esté triste, porque es lo único que sé dibujar, o de repente escribir en mis vaqueros notas que se borran en cada lavado, -qué buenos los jabones de hoy día ¡eh!-. Tampoco si sé pintarme, aunque siempre me doy cuenta si lo hago, de que soy yo, pero a color y termino lavando ese disparate y pintando rápidamente casi sin mirar al espejo mis labios. Repetir una canción una y otra vez porque me engancha y la aborrezco de repente, hasta que  vuelva a sonar otro mes y ya me la quedo para siempre. Si cruzo por el paso de peatones o cedo el asiento en la guagua, o si me gusta chupar los dedos cuando la espuma del café sobrepasa la taza, aunque tampoco sabes si me gusta el café o si me gusta pasear en silencio, sin ruidos, sin música, sin pensar, cerca del mar antes del amanecer, porque puede que me guste que respeten mis silencios. Si he llorado con mi guitarra o miro con lástima mi violín. Quizá en algún momento quieras saber si realmente me gusta la gente que va cantando por la calle e incluso hablando sola, importándoles un carajo que yo les mire sonriente y me den ganas de acompañarles porque me la sé, aunque puede que no me guste interrumpir las alegrías de otros. El vinilo, el vintage, los libros que huelan a libros y la colonia barata, las cometas, los globos, las fotos de antaño, las luces en navidad, las pelis antiguas y romanticonas, aunque llore a moco tendido, los pijamas dos tallas más grandes, y muchas más cosas, como pudiera gustarme la arena en mis pies o el agua que corre  tu cuerpo y la gota que pueda quedar en tus pestañas, o tú.