miércoles, 13 de marzo de 2019

A...a mamá


  • Otro de los motivos por los que maldije querer hacerme mayor fue no contar con que ella ya no estaría. Jamás me dejó tocar su cajita de la costura porque decía que los hilos eran muy caros y que las agujas me podían pinchar. Los caramelos de nata no sabían igual si no salían del bolsillo del delantal de mi abuela; mezcla del calor de su cuerpo, la tersura de su mano y las trabas de madera de la ropa, dando ese toque dulce  babeante al caramelo incluso antes de abrirlo. Yo la recuerdo siempre vieja. Nunca me paré a pensar que fue un bebé, que tuvo ocho años, o trece, o veintiuno. Para mí siempre fue una mujer de pelo blanco a la que se le llenaban los ojos de lágrimas, sin perder la compostura, cuando nos vestíamos de blanco para el bautizo, blanco comunión o blanco  boda. Sus zapatos negros, brillaban pulcros en esas ocasiones y siempre parecían recién estrenados. Ella olía a… a Mamá, y siempre tenía el fuego encendido. Nunca se quejaba y utilizaba el refranero para dar solución a cualquier problema. Era la reina de la mercromina, el pimentón y el agua de pasote o arroz. Partía el dolor con unas tijeras y la cara sin manos. Sus frases más repetidas eran: No hará falta decírselo a mamá. La familia siempre unida pase lo que pase. El ignorante cree saberlo todo, el imbécil cree tenerlo todo bajo control.
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  • Hoy he abierto la cajita de la costura. Hay una fotografía. Ojalá y fuera yo la desconocida que está a su lado y no la que mira la foto guardando la compostura porque se acaba de pinchar el alma.


sábado, 9 de marzo de 2019

Es entonces.


Es entonces cuando no me dirige la palabra que todo se vuelve insoportable. La veo en su ritual de silencio. Con su cruce de piernas y su mirada perdida, y un suspiro que como  trueno inesperado me hace sentir solo. Yo paso la página de mi libro con rabia para hacer todo el ruido que mis celos me permiten. Me levanto y leo por encima de su hombro mientras acaricia el teclado  como leen los ciegos “Muérdeme la cadera hasta que sea a ti a quien le duela y entonces, solo entonces, hazme el amor; manso o como una fiera.”
Le pregunto si quiere un café y sin mirarme dice sí. Yo creo que es para que la deje en paz que me dice que sí.
Desde la cocina escucho el golpe de las teclas a segundos impares y el goteo del café se pone en mi contra. Está sola, sin mí, escribiendo cosas que solo me dice a mí, que solo hacemos cuando consigo alejarla todo lo posible del maldito teclado. Cosas que leerán otros.
Le acerco el café y pienso: Mírame. Mírame cuando menos espero que lo hagas aunque no resista que me pongas la saliva de punta.
Entonces, como si me hubiera escuchado, deja de escribir en el teclado y comienza a escribir en mi piel. Es entonces cuando me dirige la hora punta de sus palabras y yo me inclino ante su cruz, y todo se vuelve insoportable porque ya antes de morderla duele. ¡Joder cómo duele!

martes, 5 de marzo de 2019

Lección aprendida


Ahora me apetece escribir en presente. Siento que no debo dejar aflorar a la fiera inquieta que me sostiene y sin embargo... también siento que ya no me importas. Ni sé cómo empezar. Será que los instantes, esos tan importantes, se convierten en automáticos pasados. Confieso que hoy me siento de defecto retardado. Necesito saborear lo dulce y lo amargo, esto segundo me ayuda a no olvidar, pero requiero tiempos y puede que, estos, sean como esos pasados de futuros complicados en los que “te quiero” obtenía y obtiene una jodida respuesta. Así, por cambiar de tema y que no se me note la pena, confieso que me hace gracia ver a las personas empujar cuando el cartel dice tirar, claro que no siempre encuentro las fuerzas, ya que de ese lado el presente complicado es el que más me cuesta. A fin de cuentas, confieso que hace mucho que no me confieso porque espero cometer el perfecto pecado con la agotadora esperanza de salir absuelta; no volver a amar al prójimo como a
mí misma ni adiós a toda costa.

Señor abogado




Aquí le dejo mi confesión. No alego enajenación, le juro que fue pasión, que fue el impulso de amar. Acepte usted mi litigio y pida a Su Señoría, que le ruego y le suplico me juzgue con compasión y tenga en cuenta mis motivos, que por amor ese día fui culpable o inocente de este supuesto delito.
Sólo quise imaginarle, entre mis sueños le vi, enredado entre sus sábanas, me colé entre sus olvidos. Entonces su calidez…su aroma.
-¡Dios que bien huele! - su piel tersa ¡aquella noche! el deseo de poseerle, el saberle adormecido, -su presencia es que me puede- se apoderaron de mí.
Él estaba boca abajo, a traición y por la espalda, mi plan A era perfecto, con el B yo no contaba. Le observé desde la puerta; una pierna extendida, la otra que se inclinaba. Besé despacio sus pies rozando con mi mejilla, acaricié con mis manos, tramo a tramo le estudiaba. Memoricé el recorrido. Deleitándome. Despacio. Sin prisas. Sin apartar la mirada.

– ¡Sh! No te muevas –le dije.
– ¿Me dejarás dormir?
–No –respondí con cariño.
¡Juro por Dios que fue así!
Primera pausa en sus muslos -se lo tengo que decir- y la culpable mi boca que se abrió paso en sus piernas, se enjuagaba juguetona, ¿y su cómplice?...mi lengua. ¡Ahí, sí ahí! donde nunca había estado y se muere por morir. Se estremecía, pude notarlo, pude escucharle gemir.
Él me pidió que parara suplicando que siguiera y al ofrecerme su pecho no lo pude resistir. Enloquecí entre sus piernas saboreando sus jugos, babeando entre las mías…mi cuerpo estaba desnudo. Yo me arrastré sobre el suyo buscando 
y lo conseguí. Que conste le noté inseguro, pero segura de mí, mis dedos juguetearon entre su sexo oportuno. Él me ofreció resistencia suplicando retirada
¡Suplicando me rindiera! Y me tomó entre sus brazos rogándome que siguiera.
Sus manos firmes de hombre en las mías delicadas, se amotinaron seguras se unieron en la bajada. Hasta ahí, ¡sí, ahí! donde él quería y reclamaba, pude encontrar la lujuria, la locura y mi coartada.

Dígale usted letrado:
Que le espero entre mis sueños y en mis letras descaradas, en lo erótico de cada coma y en mis esperanzas acabadas.

PD: Señor Letrado:
Si él supiera cuánto le amo ¡que no! no es la vez primera…no dudaría un instante en declararse culpable. Que sé que cierra los ojos mientras se abre a la entrega, del deseo incontrolable de esta; su prisionera.

sábado, 2 de marzo de 2019

Tormento

Cambió de vida y allí estaba, sin blanca, en Nueva York…sin él… recordando cada detalle a partir de que él desconectó el teléfono, cerró puertas y ventanas para que ella descansara y se marchó. Regresó de la farmacia con todo lo necesario deseando hacerle el amor. Se acercó a darle un beso pero ella huyó la cara aterrorizada, y mientras le curaba el labio le pedía perdón diciendo -Y cuando se te pase la bobería, hablamos. Mi amor.

lunes, 18 de febrero de 2019

TANTOS DE BESOS



Le imagino de cerca, tan cerca, que huele a hombre y ya me sabe a hombre. Ni se lo imagina pero yo, dejo volar la imaginación y será perfecto, nada torpe e intenso. Será el beso por excelencia, el beso  suave, intenso y potente con la más dulce de las fuerzas. Será el mejor de todos, el último de tantos de esos, el primero  que más deseo desde el último que ni recuerdo.
¿Y si no es el inolvidable, o peor aún, el que más recuerdo? <<Que un mal beso no es negociable>>>...
¿Y si cuando me acerque no encajo y si se va patas abajo y se hace una cuesta arriba porque es un saco de babas o una lengua muerta o la peor de las salivas? << ¡Ay, que soy de arcada fácil y una mujer difícil y me arrojo toa! (disculpen pero hay expresiones que no merece rima)>>…buf…
¿Y si la lengua se vuelve loca y me vuelves loca y es el mejor de todos y luego se acaba? 
¿Y si me besa y prefiere mi frente y va de tipo decente cuando en realidad es un idiota?
¿Y si no quiere que yo quiera y cuando él quiera no quiero y es un nunca para siempre?
Venga, a ver quién lo hace primero: O me besas y me matas, o te mato entre mis letras. Que mi boca... no sé, pero mis dedos cuando quieren son veneno entre las letras.
 Tú decides... si me besas y acierto o te beso y tú pierdes.

¡Arriba las manos, esto es un “yo, ataco”!



 No es nada nuevo que cuando un hombre va tras una mujer es bonito, lo normal, romántico, dicen que hasta lo correcto…hasta que el cortejo se fue al carajo en nombre del acoso. Pero cuando soy yo, y no nosotras, la que va tras ellos,  me tachan de desesperada, atrevida, loca, calentona, fácil, buscona, falta de principios y moral y un largo etcétera. En este mundo estamos los que caemos y para caer, solo hay que estar en pie, (el resto se arrastra) a eso le llamo  vida y yo soy adicta a ella (nací con ese defecto). Me niego a recuperar ni un solo cuento de hadas. Me niego a esperar a que suceda por sí solo, por asuntos del destino, por casualidad, porque me toca y por esa infinita lista de porqués absurdos, y conste que hace mucho estoy lista; me niego a la guerra entre perras y Bernardas.