"Apunta adonde duele, que todo estará bien" #Ediciones Aguere/Idea# Ya la tengo aquí, a mi lado. Para mí es de esos momentos en los que siempre digo: <<No tengo palabras... pero deberían de existir>>. Mi primera novela.
lunes, 16 de diciembre de 2019
domingo, 15 de diciembre de 2019
De momento.
De momento he pasado de mirar un libro para pintar desnudos a otro para pintar letras en cueros.
De momento y con cariño cotidiano, observo el cuchillo que un día sirve para justificarse cortando el lomo de Córdoba decorando el plato y otro la respiración los días que la luna sale del lado equivocado.
De momento -y por ahora- la sombra que me acompaña va cantando villancicos y adorna este mi viejo árbol, como quien toma por su cuenta un tubo de vitaminas, con bolas de navidad.
De momento, y no me crean tan cobarde, tengo planeado reírme en la cara de la tristeza y decirle al oído palabras que enamoran, porque sé que si se fuerza el gesto,terminará ganando.
sábado, 7 de diciembre de 2019
¿Sabes?
Y en mi defensa diré
que fuiste tú quien me escribió primero. La inspiración llegó contigo convirtiéndote
en la víctima perfecta. Quisiera entrar en uno de mis poemas y ahogarme en ti,
pero estoy sentenciada a nadarte entre letras porque no tienen lo que se
precisa.
¿Sabes? me cae muy mal la chica que responde diciendo que el
número al que llamo no existe… Será que descubro que soy transitoria con el
alma en vilo al ver que no me llamas. Aquí, en este lugar tan común llamado sin
ti, he conseguido que el día dude de si es de noche, y será que no quiero dejar
de escribirte en mis sábanas rotas de tanto te quiero.
Sigo como si
estuvieras; tomando leche con café, leyendo libros del revés –yo, no ellos-,
escribiendo a las paredes suspirando tu, Tan tú. Diciendo: estoy bien, estoy
bien. Sintiendo que es tu sombra la que me viene a la idea penetrando en
silencio como lo hacen las horas.
En mi defensa diré
que fuiste tú quien partió primero, y que le voy a presentar una reclamación a
esa operadora antipática que habla como una cotorra y no me pone en contacto
con el cielo.
martes, 3 de diciembre de 2019
No, no matarás
Hoy lancé una rosa al mar, y mientras se alejaba a buscarlo recordé, que no era yo quien se
ahogaba ni él quien se quería salvar.
Me olvidé hasta de escribir. Subida a aquella tabla como quien hace alpinismo y planta bandera al llegar,
escribimos con arena y un viento huracanado: No, no matarás.
Lo hicimos… rugiendo como el mismo mar. A contracorriente
los ojos. Las miradas al azar. Con los brazos en cruz, sintiéndonos flotar.
-Tócame -dijo- como burbujas de sidra entre abrazos,
a brazadas, que estoy cansado de nadar.
Mi boca, propensa a marearse, se aferraba a su boca
como a un remo, y en la embestida dos olas chocaron con delirio y fuerza a ver
quién lamía más, hundiéndome en un abismo donde olvidé respirar.
Luego, exhausta en la orilla mojada después de llorar,
envuelta en espuma y escamas, y las
caderas saladas más allá de las burbujas, a aquel madero a mi espalda le atravesé
mis uñas al leer que al otro lado él me clavaba un anzuelo: Criatura: lo tuyo
siempre será escribir.
Hoy lancé una rosa al mar pero dejé las espinas y un
mensaje en la botella: “Lo tuyo siempre será nadar.”
martes, 26 de noviembre de 2019
SOLA
Habíamos soñado con todos los sitios que visitaríamos cuando
tuviéramos trabajo. Y la casita en la orilla del Atlántico. En lo que fui a por un café con leche a
Farray, y volví, ya ella estaba sola. Tan sola.
Lo tenía decidido. Santiago
de los Caballeros sería el sitio ideal: un viernes, y a las seis de la tarde,
después de la siesta. El frío de diciembre a veces era una plagiada mentira en
Gran Canaria y preferí curar la gripe guardando cama. Bueno… cama; unos
cartones situados en la puerta principal de un comercio en el que la poli me
deja a mis anchas siempre que me retire antes de que se abran las puertas al
público. Durante un mes iría a todos esos sitios de mi isla en los que nunca
habíamos estado. Se lo debía. El bono mensual para los parados me
proporcionaría el transporte. El bosque de Tirma fue mi primera parada. A la
vuelta hice la siesta en el Jardín de corvo. Aquella misma noche noté que las
garrapatas se habían apoderado de mis piernas y tuve que ir al Negrín donde,
con cara de entre asco y burla, me recetaron un tratamiento para desincrustarlas
de mi cuerpo, claro que con qué dinero iba a la farmacia. Lo que me faltaba era
morir lleno de bichos que declaran estado de sitio en mi cuerpo antes del día de
la fecha. Así que me bañé en Alcaravaneras y con una caja de fósforos las fui
quemando una a una observando cómo se consumía la madera. Por el norte visité
la plantación de café y anduve por Galdar sin darme cuenta de que la guagua
tiene sus horarios y pasé la noche anterior en la playa. El frío que calaba los
huesos me hizo pensar que moriría de una pulmonía. Anduve por la orilla
resbaladiza a punto de partirme la cabeza porque no podía apartar la vista de
aquella casa con la que no contaba, situada justo en el punto donde yo debía
caer y esparcir mis restos. La pared, rocosa, que la custodiaba tenía la
altura, el color y el aroma en todas las versiones en las que yo conocía a la
muerte; su misma sombra apacible. Pero la casa – ¡dios!- la casa era como ella;
blanca, tibia, discreta, sin adornos…sola.
jueves, 21 de noviembre de 2019
Una dulce broma de dios
Una dulce broma de dios.
-El padre Joaquín decía: “Hay tres clases de hombres: santos, poetas y héroes.” En esa barca pasábamos el día entero.
Pepe quería ser un héroe y demostrarle a Valentina que se podía ser las tres cosas a la vez, pero solo uno sería visible al mundo, las otras dos serían su secreto.
-Cuando nos separaron me enviaron a un internado al norte, -me contaba camino de Francia durante la guerra civil.
Pepe Garcés comenzó a escribir en el campo de concentración de Argelés con un entusiasmo idílico. -Ahí conocí el mar junto a Pancho y Juncal. Ojalá y ella me hubiera visto cuando terminamos la barca, preparando víveres, pan y canela, buscando abrigo, aunque estaba convencido de que a mí no me hacía falta.
Garcés era el capitán. Nunca mencionó qué papel pintaban Pancho y Juncal, pero los dos le admiraban como el gran líder de su historia en aquella orilla y confiaban en que si se hacían a la mar, el capitán Garcés tendría todo controlado.
Cuando terminaron la barca tras varios días de un sol de injusticia, Pepe pensó que no valía la pena botarla al mar. -¿Para qué? -se preguntaba. No sabía que esa misma pregunta se haría años más tarde en el campo de concentración.
-Para qué si ya no vale la pena la lucha, si no quedan héroes, si esta generación está corrupta y no creo que en las siguientes, ni que en la mejor de luchas se consiga restablecer el orden, porque ya no se sabe luchar. El País está corrupto y no te hablo de ladrones ni asesinos, está corrupto porque la ley no es ley para nadie. No hay héroes, ni santos ni poetas, hay “hombres sinsubstancias”
Inspirada en; Crónicas del Alba Ramón J. Sender
No he podido evitar recordar a Pepe y Valentina al ver la foto del Reto. Pepe quería volver por el mar, pero el mar se había marchado de aquel pueblo donde fue feliz hacía mucho tiempo. Siglos. La forma de volver era como un héroe, pero no pudo ser. La inocencia la tenía a flor de piel. No estaba loco. Nunca lo estuvo.
miércoles, 20 de noviembre de 2019
Tenía besos.
A besos, -sí, a besos- miro con nostalgia las carencias. Mucho de lo que hoy tengo no existía. Pero agradezco lo que sí tenía. Tenía besos. Besos y más besos. Colecciono recuerdos aunque hoy se vean en blanco y negro guardados para no olvidar las caras, ni el día ni cuántos éramos entonces.
Bendición, y comenzaba el día con un beso en la mejilla o en la frente. Cada uno respetaba su cometido y el disparo de salida era un beso. Se comenzaba desde temprano con una ilusión inocente que ahora envidio. No era consciente de la importancia de pedir la bendición y que me dieran ese beso, ni de bendecir la mesa porque siempre me sonó a cosas de curas e iglesias y mientras se hacía yo solo pensaba en ir a correr, a tirar piedras al barranco, a empujar las hormigas que subían por mi falda sin importarme si sabrían el camino de regreso. Agradecer lo mucho que tenía era lo que más me repetían. Cualquier queja que tuviera se solucionaba siendo agradecida; “Da gracias incluso a que puedes quejarte. Hay quien no podrá en la vida”.
Hoy miro las fotos del recuerdo y sonrío agradecida. Mi madre siempre decía que quien señalaba con el dedo tenía una mano inútil, que algún día le haría falta para sostenerse, que la mayoría de las cosas se solucionaban con un beso. Antes de ir a dormir también se bendecía. Con el andar del tiempo se fue perdiendo la costumbre de besar con el pretexto de las prisas. Pero las fotos siguen ahí y los besos están en esa fotografía que a ratos abrazo y beso y guardo en su cajita… Puede que por eso se pueda entender mi manera de besar, porque tengo besos que se agolpan en mi boca, y puede que también por eso escriba tanto sobre amor y besos, y todo lo contrario… aunque no se justifica.
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