jueves, 14 de mayo de 2020

Querida Katherine Hrdalo

Querida Katherine Hrdalo:
Estoy paralizada en la cuerda floja del primer escalón. Aquí me detengo en la página diecinueve de mi borrador porque he perdido el Arte del Miedo; escribir como las locas.
¿Será que el cuerdo escribe como los cuerdos y el escritor locamente? Yo digo que sí.
Mientras los asnos ocupan el cielo, he alcanzado el deliro. Una tremenda inutilidad quiere acabar conmigo, y mira que he padecido muertes intermitentes durante mis cincuenta y un años de recorrido hacia la muerte.
Las musas, ángeles de mi desgana, no soportan a esta endeble que niego tres veces y me suplican, Sube, no mires atrás o serás sal.
Todos mis esfuerzos han sido estériles.
Esta estación, tiene la llave de la cárcel de puertas abiertas que me custodia. Condena a mi corazón a latir al compás del toque de queda, mientras mis venas se corroen susurrando, Todas las noches son el día.
Cae la tarde Katherine, y me derrito entre lágrimas suplicando:
Volver a poner los pies en el bendito infierno donde el hambre y la ardentía gritan ignorados.
Que vuelva el puro Arte del Miedo al que enfrentarme como única salvación.
La gloria de lo incierto que antes padecía.
Y, que mi teclado deje de gritar una y otra vez, Ese cielo raso era mentira.


Un saludo. Y salud.  

viernes, 24 de abril de 2020

Ni sabrás

Tú no sabes cuántas veces te he escrito, ni cuántas más las que te recuerdo. No sabes que entras en mi cama a cada rato y vuelves a ser feliz, y volvemos. Tú no sabes la de veces que paseo tu calle y miro a tu ventana, a veces creo verte al otro lado. Tú no sabes ni sabrás, que sonrío cuando te hablo imaginándote a la mesa y que a veces te pongo el cubierto por si regresas. Tú no sabes la de veces que he hecho tu maleta y la he desvarado y vuelto a colocar, porque no sé deshacerme de tantos recuerdos; como tus fotos que siguen ahí, y no sabes que hasta las beso antes de intentar dormir.
Tú no lo sabes, o sí…qué es no saber acabar un final, que me entierren sin mí.

jueves, 23 de abril de 2020

Quizás

Quizás la poesía es como un gato:
 Crees que la acaricias cuando tú quieres. Ronronea entre tus piernas. Se acerca a tu cara mientras duermes dejándote sin aliento. Salta de impresión sin motivo aparente por cualquier sinrazón. Crees que eres tú; quién, cuándo y dónde o por qué.  La sientes a miles de kilómetros cerca de ti. Aparece cuando le da la gana. Se deja caer cuando quiere. Y se va. Y vuelve. Te araña, te lame, te busca, y rebusca, y no -no señor- no se pierde ni por un segundo. Se distrae con lo que sea. Se ensimisma con los detalles: de sencilla a coqueta. De sutil a indiscreta.
Sabe siempre cómo regresar a casa, pero no sabes dónde ha estado, adónde fue ni por qué ha regresado.
Tan libre que  prefiero que me haga llorar ella a que lo haga el mundo.
  Claro que aunque yo lo sienta así, nunca hace prisioneras, -¿o será que sí?-
Será, -con diferencia- que no es traicionera, ni tan gato, y la muy mimosa me escribe. Siempre me escribe.Y jamás se justifica.

miércoles, 22 de abril de 2020

Me gustaría

Me gustaría beber un whisky con alguien que me escuche.
Hablar hasta…desahogar hasta…hacerlo hasta…y luego... Pero no me gusta el whisky.


22/04/2018

lunes, 20 de abril de 2020

¡No tengo cabeza!


“¡El que piensa, pierde!” era nombre de un juego imaginario de un grupo humorístico.
Es una crueldad dejar a una mujer sola con sus pensamientos. Conste que no empecé yo.
“Estoy triste, tan triste, tan triste, que no tengo fuerzas ni para decir: ja,ja,ja”. Preocupada por el futuro del futuro, miro a la ventana sin asomarme porque la añoranza quiere arañarme. De todo este follón mundial que no sé, ni sabré, cómo cuernos comenzó, hay algo que me mantiene un pizco despistada: me pregunto por qué sonríe Pepepijo.
La risoterapia estaba de moda como antídoto para la tristeza, la depresión y cualquier etcétera que rime con <<estoy mentalmente contradicho con las/mis, buenas emociones!).  Fuerza el gesto y verás que el cerebro se hace un lío del copón y comienzas a sentirte mejor. ¿Será eso? Cierto que buscarle la gracia a la desgracia también suele funcionar a riesgo de que alguien te parta la cara por sentirse burlado, o que sonreír al enemigo hará que lo flipe. Y sonreír cuando eres un líder último modelo puede ser la reostia (sin hache para poder no blasfemar). Viva la chulaterapia.
O será como dice la canción que “este mar guarda cada vez más barcos hundidos” o que no tiene carta de salvación el culpable y es por ello que sonríe Pepepijo.

Mi cocorota cambia sin más de tema pensando eso de qué será del futuro del futuro.
¿Qué será eso que me visita cada noche, y duele? Algo así como un dolor de franqueza destilado. Un, de repente.
Ya me imagino en Triana: mi sombrero peruano muertito de fatigas al ladito de otro panamá, que me mira con recelo a ver quién recita mejor un poema, o toca mejor la guitarra, o se hace el muerto o la estatua, o lanza palos, pompas de jabón…o balas… mientras siento  que en la recámara de  mi rebuscado cerebro, mi vieja radio susurra que “la pena está bailando con el llanto” Así que estoy siguiendo un tutorial heredado de mis ancestros, y que jamás pensé tener que aplicar, de cómo hacer corazones que  sean fuertes como el mar que nos rodea y nos toca suavemente; a prueba de discursos indiferentes, verdades ocultas, dolores de franquezas y engaños transparentes.




domingo, 19 de abril de 2020

importa tanto


Aquí estoy en la pileta restregando calcetines, las sábanas en añil, los pañales al sol y sólo se le ocurre decir que le compre una caja de ambrosías para llevar a sus amigos de Vichy, y mi lavadora para la vuelta del viaje. A quién coño se le ocurre poner nombre de colonia a una ciudad, pedazo de horteras, y encima le digo que arregle el enchufe y me funde los plomos, se carga el estabilizador de la tele y le echa la culpa al transformador. Tener un hombre en casa para esto. <Cásense mis hijas> -decía Pino la comunista con recochineo. ¡Qué se marche, qué me deje tranquila que ya lo decía mi madre con ese tono que solo las madres saben dar! : <Mira Rosa que te hartarás y cuidado con lo que deseas que la divina providencia lo cumple, y desearás tenerle bien lejos> ¡Ay mamá, qué razón tenías! La providencia esa se cachondea de las peticiones de una y cumple lo que le da la divina gana, si lo sé yo, que hasta por una inyección que le puse armó la de dios y tuve que ponerle un kilo de algodón en el culo por una gotita de sangre. Nada, sigue frotando sus calcetines Rosa, que en nada se va y a la vuelta te traerá un suvenir de esos de París de los que él cree que te gustan, para limpiar estanterías hasta aburrirte: un rosario de Notredame, una estampita, un puzle, otra maqueta de la jodida catedral que seguro que es fea, oscura, gris y huele a moho. No, seguro que es preciosa pero nunca me lleva con él porque cómo <es por trabajo>… Aunque en realidad no me importa. O si. Sí que me importa, tanto como quitarle la mierda a estos calcetines que tienen que estar listos para mañana.


domingo, 12 de abril de 2020

COMO LA MUERTE MISMA.



Nunca me gustaron las flores lejos de sus macetas, al corte, moribundas ni en un ramo esperando la muerte.
Ni entre hojas de un libro desnutridas aplastadas sin piedad, emulando amor –y ansiedad-.
Nunca entendí el por qué de las flores agonizando en tus manos, y tu sonrisa sincera esperando mi complicidad.
Ellas vistieron la mesa, el altar y el luto fingido, adornaron la losa pálida de la oportunidad que perdimos, el cabello y el escote, las alfombras del corpus, los pies al paso de la novia, las malditas primaveras.
Claro que no era la vez primera que ellas pedían perdón en nombre de una traición o asilo en mis veredas.
Este ramito de rosas de cadáveres en flor, en ved de oler a podrido, huele a amor eterno y frío que a veces yo resucito –y detesto-, por exceso de calor.
Aquí dejo las dos primeras, y una epístola que reza -sentencia de mi mala suerte-: Cuando estas rosas se pudran dejaré de quererte.