Durante este tiempo jamás supe por qué el abuelo se fue. Contaba doce años. Una vez al mes iba a buscarme al colegio, al instituto, a casa. Tras merendar y hablar de cosas maravillosas me dejaba en el portal con un recado para mi abuela; un ramo de rosas rojas.
sábado, 18 de junio de 2022
Malentendido
Hasta hoy.
Me han avisado que ha muerto en un callejón por Escaleritas.
Él llamaba Mariposa a mi abuela y a mí Mariposita. Contaba que cuando la conoció aún era una crisálida preciosa. Para su sorpresa se convirtió en la mujer más cariñosa y guapa del mundo.
Yo era feliz.
Su ausencia la sufrimos las dos a nuestra manera, Hay cosas que a una jamás le perdonarán, Le quiero, nos quiere, Así será por siempre Mariposita.
Corta respuesta para una eterna duda.
No volvimos a tocar el tema, pero la escuchaba cada noche sumergida en un mar de lágrimas.
Un mes antes habían discutido. Ella se soltó el pelo y utilizó el flequillo a modo de cortina para tapar lo que llamó “su vergüenza”. A partir de ese día los vecinos la saludaban con algo semejante a las burlas. Dejaron de hacerlo cuando la depresión dejó de salir a la tienda, al médico, a la farmacia.
En su velatorio todos me despeinaban. A ella le recogieron el pelo. ¡Era tan guapa! La cicatriz de su cara hacía juego con su ataúd. Se despedían, como la de enfrente, con frases que en ese momento no supe a cuento de qué venían, Bueno chiquilla: una comete errores, quizá me anticipé y no fue ella, lo que le hice en la cara fue un impulso normal ¡¿no?!, Ya casi ni se le notaba mujer.
Cuando me dijeron que podía entrar a ver a mi abuelo me llamó la atención un tatuaje en su brazo; una crisálida y una frase en forma de corazón “No hay nada peor que la cordialidad con la que se tratan dos personas que se solían amar”.
Le he pedido a mi tía que lo entierre junto a ella y ha respondido, ¡Qué menos!
Tengo el corazón roto. Pero roto así; a nuestra manera.
TRES AÑOS
Tres años hace que se me murió un poema, Te quiero, No te quepa la menor duda.
No sé qué es peor: si pensar en lo que pudo ser o recordar lo que nunca pasó, y -¡qué cosas! soy yo quien reza un nomeolvides.
Hay una epístola que reza -sentencia de mi mala suerte- <<El día que no escriba dejaré de quererte>>.
Mientras tanto sonrío a todo lo que sigue sucediendo cada vez que sueltan a la luna.
LUZ;GAS:::DIOS NOS ASISTA
“Reconozcamos que la mejilla derecha es un mundo sin normas y la astronomía un pedacito de jabón” FEDERICO GARCÍA LORCA; 16, Suicidio en Alejandría
Estaba preparando mi lista de reproducción para cuando llegue el momento: Javier Solis; La corriente, Escándalo. “Que me lleve la corriente atrás no regresaré”.
Y digo yo:
Para justificar mi recibo de la luz me amenazan con cortarme el suministro y para más INRI, si estoy viva, esa presión de que suceda será en un plazo de cinco años y nadie sabe por qué. Ni más, ni menos. Todo esto porque hay que renovar energías, bio-diversificar, cuidar el planeta, mantener abiertas las centrales nucleares (de repente super-necesarias) por si las moscas, despistarnos tapando los temas importantes de todo lo que aprueban o sucede, a nuestras espaldas (corrupción-política, trabajo, pensiones, sanidad, cultura, impuestos, IPC, PIB, eutanasia, aborto, menores…y un atragantado etcétera) que aunque esté la Tierra cada vez más cerca del Sol, (ciclo normal del Universo que ejerce una fuerza natural que sale a saber de dónde y la acerca cada vez más al Astro Rey) la culpa del calentamiento sigue siendo nuestra, Cámbate la peluca.
Aquí se lanzan noticias, a trote y moche, sin justificación y las tragamos entre pecho y espalda. Hay que centrarse en comprar pilas, velas, llenar el tanque de la gasolina, garrafas de agua, (la de la potabilizadora dicen que vale) también conservas, papel higiénico (¡¿yo qué sé!?) quedar con la familia en un punto de encuentro.
Saben el periodo pero no quien cortará el cable provocando el apagón.
Hasta la fecha, que yo recuerde, los cables “Eran cuatro y cada uno de distinto color “el marrón, la toma de tierra, que controla a los otros tres. En las pelis siempre hay dudas de si cortar el rojo o el azul, del amarillo jamás se supo su cometido.
“¿Qué hacer cuando todo se detenga?” Si lo dice Austria, oráculo de atentados mundiales y de pandemias entre otros, “apaga la luz y vámonos” el remate la puñeta es que Suiza le siga los pasos.
Así me despido hasta más ver, agregando otra canción “no hagas caso de la gente, sigue la corriente y quiere(t)e más” y un par de libros. Porque el tiempo sin luz lo viven con pasión los que cantan y bailan y luego pagan la cuenta.
A medias
A MEDIAS
¿Qué sería de un paraíso que ha aprendido a ser la mejor versión de sí?
¿Qué sería de una tumba sin flores?
¿Qué sería de un día sin pan o de una noche sin luna?
¿Qué sería de mí si no me prestaras tu lápiz y yo no te indicara el camino de baldosas de las minas?
¿Qué sería de un héroe sin víctimas?
De una camisa de fuerza sin su cada tema
De las ventanas sin puertas
De la cama sin su extraña
Del tamaño sin su “importa”.
¿Qué sería de los kilómetros sin distancia?
¿Qué sería de mi baile sin ti? (tú ya me entiendes)
Como cualquiera
Reconoceré, quiera o no quiera, que casi todas las lágrimas que he derramado han sido sin querer.
Tengo la impresión de que la fotografía aún huele a talco, al asesinato de la inocencia, al añil de mamá, a todos los besos que vinieron después del primer disparo en la boca. A todos los ensayos en bocas ajenas, en sábanas de algodón, o en algún lugar oscuro de una curva en cualquier acera, buscando en otra boca algo parecido al amor.
Él se inauguró como hombre, ¿y yo?, como todas nosotras, soy la tiza marcada en el suelo; como cualquiera.
42Tú, Ada Robayna, Julián Santana Robayna y 39 personas más
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Cosas de la guagua
Misma guagua, misma hora. Se le da bien fruncir el ceño para no llorar. Hoy me he atrevido a preguntarle si Almudena Grandes es para tanto, Joder, fantástica, como un orgasmo, mujer.
No esperaba eso último y he tenido que sonreír. Sus ojos llorosos pasaban de mí, pero me dijo que trabajaba en el Corte y que ya me había visto porque siempre mira hacia el mercado a su paso, ¿Buscas a alguien? Le pregunté, Sí, pero no importa.
Continúa leyendo y le ofrezco un caramelo. Sin mirarme lo toma, lo desenvuelve y sigue leyendo. Le lanzo un suspiro al cristal de emergencias de la guagua.
-¿Qué has comprado? –Pregunta de repente pendiente de Almudena.
- ¿Pero a ti qué…?- Levanta una ceja- Plátanos de La Palma.
- ¿Ya lo eran; no, mujer?
-No. No todos. Hay otras islas ¿no? –Respondo indecisa- ¿Y esa persona que buscas; es una mujer?
-Sí.
Es tan escueto que ya me voy rindiendo. Son semanas y nada de nada. Creo que a partir de mañana me sentaré en el gallinero.
-¿Dónde has estado estos días, mujer? ¡No te he visto!
-Estaba pachucha. El Omicrón ese de las narices. Pero ya bien.
-Me alegro, mujer.
Pasa otra página y lanza un suspiro frunciendo nuevamente el ceño. Sé lo que eso significa.
De repente se arranca.
-¿Te apetece un café, mujer?
-¿Un?
-Café: un fruto rojizo que se tuesta y…
-Sí, sí, ya. Ya sé. ¿Y qué pasa con la mujer; no se mosqueará?
-¿Mujer? ¡Ah! Al contrario, se pondrá muy contenta si se entera. Siempre me dice antes de salir a vender ciegos que debería buscar una buena mujer. Que ella no me durará toda la vida.
-Interesante –respondo aliviada- ¿Mejor un té? Siempre pasan cosas interesantes cuando te invitan a un té.
-O cuando viajas solo en una guagua y una desconocida saca una caja de caramelos que saben fatal y te ofrece uno cada día. Hola desconocida: me llamo Andrés. Dame eso. Es nuestra parada.
-¡¿Que saben…?! (¡Coño!)
Al bajar se detuvo en seco, con mis bolsas del mercado entre sus dedos, y disparó una mirada a mis ojos.
-¿Qué pasa? –Pregunté.
-Nada.
-¿Nada? -Miré con urgencia mi ropa por si tenía una mancha o algo raro encima.
-Bueno sí; que te besaría.
Un cuento
Érase otra vez que, para no variar, me sentía triste, y volvió a taparse los ojos a mi paso.
-Bonitos cestos. Bonitos colores –me atreví a decirle. Pero no respondió. Enfadada, guardando la compostura pregunté:
-¿Por qué se tapa la cara siempre que me acerco a su puesto?
-Llevo años haciéndolo.
-Sí. Ya… ¿Haciendo qué?
-Jugar al escondite. Aunque ya estoy cansada de que me encuentre.
-¿Jugar con quién, conmigo?
-Con lo que llevas a tu lado. Creo que hace trampitas.
Miré rápidamente sobresaltada. No vi nada. Ni una sombra.
-No hay nada, anciana.
-¿Estás segura? Abre bien los ojos querida – dijo mientras se quitaba las manos de la cara y sonreía a tres dientes y medio.-Tus ojos me suenan.
-No entiendo, ¿con quién juega?
-Con la Felicidad.
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