viernes, 11 de enero de 2019

Odio

Odio los poemas de amor escritos en presente
siempre me encuentro en los pasados
llorando con los futuros tan ausentes.
Odio los poemas llenos de besos y caricias
 y ¡te quieros! y ¿me quieres?
Y odio ¡Odio! los poemas faltos de odio
tan llenos de esperanzas por si vuelves.   



domingo, 6 de enero de 2019

Reencuentro


¡Ay! Ya estoy acostumbrada a esas palabras. Será mejor comenzar de cero. Sí de cero. De cero porque ya no somos ni por asomo lo que fuimos y tendré que conocerte antes de que pases tu brazo por mi hombro y me susurres al oído <<Esta es la nuestra>>
 No volverás a conmoverme si me cuentas tus veinte primeros años, y ya no quiero saber qué paso todo este tiempo. Tendrás que hacerlo diciendo qué sientes cuando  pierdes la mirada en el lunar del final de mi escote y por qué te cuesta tanto fijar la vista en mis ojos para acabar en mis labios. Ya no soy la chica que bailaba en la pista observando cómo tu copa siempre llena se rodeaba de invitaciones de otras. Ni la que perseguías por los bares para luego terminar en la playa faltos de ropa. Como ya te digo, estoy acostumbrada a esas palabras llenas de mentiritas por si toca lo que toca. Por eso prefiero -y me gusta- empezar de cero.
Te lo pondré difícil que es como te gustaba y ahora a mí se me antoja.
 Ya que  regresas con la culpa entre los labios, prefiero esperar a que el primer beso sea en el bar de siempre y por una vez, puede que me acostumbre y nos tomemos juntos la siguiente.

sábado, 5 de enero de 2019

Bandera blanca


¿A qué lugar se vuelve cuando queda pendiente la herida?
¿Y cuándo se olvidó lo bueno para convertirse en mierda?
¿Por qué un <<te espero aquí>>  mira al suelo sin saber si alguien les cree o regresan?
¿Adónde va el amor a rendirse cuando  lo parten en dos enteros y a ninguno  les encajan las piezas?
¿En qué momento dos daños se convirtieron en extraños?
Una batalla de quieros les ganó la guerra perdida
y en la despedida
gritan sin ser escuchados
<<eres el amor de mi vida>>
quedando escrito en dos vulgares esquelas.



viernes, 4 de enero de 2019

Por la espalda



Primero me besó. Hacía semanas que no nos veíamos. 
No dejo de pensar en ese beso mientras observo mi escritorio con una tanda de libros pendientes de leer. La mujer de la portada me mira. Es tan bella. Parece que quiere decirme algo a pesar de su fragilidad y dulzura. Yo creo que es fuerte y que Alphonse Mucha, solo captó lo que idealizó, pero se perdió su esencia.
Se me acaba de caer el afilador -¡mierda!-
Me besó y me preguntó qué tal estaba. Yo no dejaba de pensar en todo lo que habíamos compartido él y yo, mientras tocaba en mi bolsillo el collar que me había regalado y ya tenía destino en La Puntilla; lejos, bien lejos y hasta el fondo, como hasta el fondo me dolió su traición. No dejaba de hablarme y darme explicaciones. Tiene gracia; te hacen daño y encima te lo explican.
Tengo que envolver los regalos de Navidad y apartar los que ya no entregaré. A saber qué coño haré con ellos. Buscaré en Internet que tiene respuestas para todo, incluso para eso de que más que decir hay que hacer.
El turrón me sabe amargo, ni recuerdo desde qué día está abierto, y ahora me amarga la respuesta que le dí; que, qué tal estaba; pues mira deseando llegar a casa y escribirle a Cupido una carta documento. Se va a cagar.
Luego se despidió con otro beso. Las dos aguantamos las lágrimas. Me dieron rabia las mías. Lo que no aguanté fue que me llamara amiga. ¡Amiga de qué!

domingo, 30 de diciembre de 2018

Sin palabras


Abro un libro con la jodida intención de desconectar y que el corazón deje de latir en la cabeza. Lo he cerrado más veces de las que lo he abierto porque siempre vuelvo a la primera página. De todo lo que he leído estos días: la botella de suero del hospital, dos veces las instrucciones de mi monitor, la letra pequeña del sobre de sopas Maggi… con lo único que me he quedado es con lo que leí en el whatsapp,  facebook, en instagram… y en todos esos medios de comunicación invasiva, llenos de risas predeterminadas  que decoran errores emocionales con emoticonos que fingen felicidad. Estoy bien, procesando diciembre para guardarlo en la nube por si alguna vez lo quiero volver a leer, cayendo en la cuenta de que las palabras fueron inventadas como una herramienta de comunicación –no lo digo yo lo dicen los libros- pero como todo invento, bien intencionado, terminan siendo utilizadas como arma de destrucción masiva.



viernes, 28 de diciembre de 2018

Historias para no dormir




¿Por qué será que llamamos ficción a las historias de amor que leemos? ¿Por qué cuando leemos ficción nos emocionamos e incluso a veces pretendemos que sea cierto?

Te voy a contar una historia y tú decides qué es ficción o realidad:

Esta mañana la confirmación del supuesto cometa me pilló en medio del quinto cigarrillo y el segundo cortado en una pausa de mis compras, maratonianas, por estas fechas. Nos habían dicho que ni dios apretaría el botón rojo en un arranque de “Aquí mando yo” y tras arrepentirse –cinco continentes más tarde- se dieron cuenta que olvidaron instalar el botoncito de marcha atrás. La noticia alarmó al mundo y está claro que cuando vieron el comenta cayeron en la cuenta de que los dioses se habían enfadado; Se escuchaban sirenas, insultos, choques…
Yo seguí fumando mi cigarrillo. Sentía una extraña calma y además correr sería un absurdo;  ¿adónde?
Él también se quedó en su mesa observando (me) como cuando entré en la cafetería y dudé en cuál de las seis mesas libres me sentaría o en cuál de las cuatro sillas reposaríamos yo y mis silencios. Mientras el mundo corría, -sé que corría porque como ya te dije se escuchaban sirenas, insultos, choques- yo tiraba con fuerza del cigarrillo que jamás me mataría, y él me acariciaba con la mirada echando el humo de su cigarrillo en dirección contraria a mis pulmones. Sé que sonreía. No me pregunten como lo sé pero lo sé. Entonces apagué mi sexto cigarrillo y tomé la taza en las manos mirando de reojo hasta casi doler y vi que escribía en un pequeño cuaderno mientras seguía sonriendo hasta que de sopetón me miró descaradamente. Rebusqué en mi bolso –en parte para disimular en parte para seguir disimulando- hasta alcanzar el portamonedas para pagar pero caí en la cuenta de ¿a quién? Al volver a mirar, él, se había marchado pero dejó una nota en la mesa que dice así:
<<Me sentía tan solo. Gracias por besar mis ojos con tu mirada. Pensé que hoy reventaría mi vida y ahora estoy seguro de que no será así. Nos vemos pronto. Lo sé. No me preguntes por qué pero lo sé. Aquí te dejo mi número de teléfono. >>
Marqué rápido mientras corría por el centro comercial;
-Por sobrecarga en la red, marque dentro de cinco minutos.
Y grité, insulté…y choqué.







miércoles, 26 de diciembre de 2018

¡Qué cosas,eh!


Me veo en la obligación de escribir como si fuera un castigo de aquellos en los que cien veces se creía suficiente para no hablar en clase y ver la luz: Y ahora que te quiero…decirte que… Y ahora que te quiero…decirte que… Y ahora que te quiero…decirte que…
Un Góngora, responde machacando en un almirez a un Quevedo que vomita peste a ajo sin perder la compostura, y sólo quien nos conoce sabrá qué digo.  Porque todo esto fue  como una droga y toca pasar el mono. Francamente no sé a quién de dos se le ocurrió si nunca nos gustó el primer lugar donde quedamos, ni una canción nos identificó jamás y lo más insólito es que tampoco tendremos que pasar huyendo de cualquier fecha del almanaque – ¡a salvo!-… Menos mal que tampoco nos dio por apuñalar un árbol tatuando tú y yo, para luego no volver a pasar a su lado dejándolo mal herido.
Por consiguiente: las palabras final y feliz, no deberían estar contenidas en la misma frase rimando, indudablemente, con la palabra miedo, porque eso es un trío  donde solo eyacula este derrumbando  sueños sobre  realidades que tiemblan, no sabemos si de felicidad (Al fin y al cabo o al cabo del miedo) o de frío, a pesar del fuego, dejándonos rotos. Pero rotos así; reducidos a un saludo. Rotos hasta la espina dorsal. Bien rotos… como de costumbre.