sábado, 2 de marzo de 2019

Tormento

Cambió de vida y allí estaba, sin blanca, en Nueva York…sin él… recordando cada detalle a partir de que él desconectó el teléfono, cerró puertas y ventanas para que ella descansara y se marchó. Regresó de la farmacia con todo lo necesario deseando hacerle el amor. Se acercó a darle un beso pero ella huyó la cara aterrorizada, y mientras le curaba el labio le pedía perdón diciendo -Y cuando se te pase la bobería, hablamos. Mi amor.

lunes, 18 de febrero de 2019

TANTOS DE BESOS



Le imagino de cerca, tan cerca, que huele a hombre y ya me sabe a hombre. Ni se lo imagina pero yo, dejo volar la imaginación y será perfecto, nada torpe e intenso. Será el beso por excelencia, el beso  suave, intenso y potente con la más dulce de las fuerzas. Será el mejor de todos, el último de tantos de esos, el primero  que más deseo desde el último que ni recuerdo.
¿Y si no es el inolvidable, o peor aún, el que más recuerdo? <<Que un mal beso no es negociable>>>...
¿Y si cuando me acerque no encajo y si se va patas abajo y se hace una cuesta arriba porque es un saco de babas o una lengua muerta o la peor de las salivas? << ¡Ay, que soy de arcada fácil y una mujer difícil y me arrojo toa! (disculpen pero hay expresiones que no merece rima)>>…buf…
¿Y si la lengua se vuelve loca y me vuelves loca y es el mejor de todos y luego se acaba? 
¿Y si me besa y prefiere mi frente y va de tipo decente cuando en realidad es un idiota?
¿Y si no quiere que yo quiera y cuando él quiera no quiero y es un nunca para siempre?
Venga, a ver quién lo hace primero: O me besas y me matas, o te mato entre mis letras. Que mi boca... no sé, pero mis dedos cuando quieren son veneno entre las letras.
 Tú decides... si me besas y acierto o te beso y tú pierdes.

¡Arriba las manos, esto es un “yo, ataco”!



 No es nada nuevo que cuando un hombre va tras una mujer es bonito, lo normal, romántico, dicen que hasta lo correcto…hasta que el cortejo se fue al carajo en nombre del acoso. Pero cuando soy yo, y no nosotras, la que va tras ellos,  me tachan de desesperada, atrevida, loca, calentona, fácil, buscona, falta de principios y moral y un largo etcétera. En este mundo estamos los que caemos y para caer, solo hay que estar en pie, (el resto se arrastra) a eso le llamo  vida y yo soy adicta a ella (nací con ese defecto). Me niego a recuperar ni un solo cuento de hadas. Me niego a esperar a que suceda por sí solo, por asuntos del destino, por casualidad, porque me toca y por esa infinita lista de porqués absurdos, y conste que hace mucho estoy lista; me niego a la guerra entre perras y Bernardas.

domingo, 17 de febrero de 2019

Esos roces.


A la hora que a ella  le da la gana, voy. Siempre le digo sí. Lo hacemos despacio o con prisas, como fieras mansas, como perros,  como sea, como la última vez. En silencio o con palabras clasificadas X. Con un mejor ahora que un por qué. Y lo hacemos sin más. Lo hacemos y se viene y me voy. Ya luego recojo mi corazón y me marcho. Llego a casa. Me siento en una copa y me bebo el sofá maldiciendo el día en que le dije que amigos, solo amigos.




jueves, 7 de febrero de 2019

Él

Ese chico que tanto me gusta, dice que aprendió a ser frío aunque la vida le lleve la contraria. Me gusta porque toma sus alas llenas de decepciones y se va al bar, a la playa, o cualquier parte del mundo antes de que se acabe. Me gusta porque sabe que por la boca muere el pez y por esa misma boca, la edad no perdona y a la desgracia la convierte en broma aunque esté calada de sensatez. Me gusta porque ha tocado el infierno con sus propias manos, porque pone a prueba al tiempo controlando todas las agujas del reloj y prefiere bajar las alturas a tocar el cielo para no tener que pedir perdón. Me gusta porque es capaz de resucitar un sueño y de desmontar las ilusiones, como quien pesca por placer y quita el anzuelo devolviendo al agua al pez. Tan elegante como un ladrón con guantes, duerme con una bala bajo la almohada y me gusta, y regusta, porque sabe dejar a un lado el corazón, sin importarle qué siente, ya que lo verdaderamente importante es sentirse libre ya que sentir otra cosa puede volver a enjaularle y cualquier pájaro en la cabeza, o mariposa en el estómago, le podrían cortar las alas. Es muy responsable, tanto que no compra plantas para no tener que regar y dice que nunca bebe si no está dispuesto a olvidar. Este chico me gusta, y mucho, muchísimo. Tiene muy claro que si algún día se viera en el fracaso más profundo, recogiendo sus propios pedazos, asumiría las consecuencias de cualquier quizás de su cordura, que como bien dice: “todo lo ata”, <<pero te mata>>. Claro que ese chico tiene dos defectos, nada del otro mundo; su memoria y yo.


Corre. Ve. Dile.

Fui yo quien atendió el teléfono cuando llamó, pero los rumores, como una torre de Babel me bombardearon durante toda mi jornada. 
- ¿Te enteraste?- Yo sabía que no era buena persona, la muy mosquita muerta.
-Y se inventó la excusa más extraña para no ir a trabajar... y aquí nos deja con el culo a dos manos haciendo su trabajo porque nadie la va a sustituir. ¡A una semana de navidad!
-Yo la vi la otra tarde tomando una copa con un tipo riendo descarada.
- La última vez me la topé en la cola del super y no noté nada raro. Bueno, compró preservativos pero no pude ver la talla.
- A mí me dijo que iba sola al cine. ¡Qué ridícula!
- No sé. A mí no me gustan los chismes. Si se enteran de algo me avisan que dijo que era algo de corazón.

Al salir de trabajo la llamé pero no respondía, así que fui a su apartamento. Al tocar en la puerta esta se abrió y salieron todas corriendo con sus faldas levantadas gritando como locas, salpicadas de sangre. Aquello parecía una primavera sangrienta.
-¡Cómo es eso de que no puedes trabajar porque tienes que escribir tu testamento! –le dije.
No respondió.Aun le quedaba un ramillete de margaritas entre los dedos, pétalos en la boca, en los párpados…una masacre que agonizaba diciendo: “Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere”


Se acabó el juego

Mamá fue la primera en invitarme a un té imaginario. Papá a caminar derecho. Aun truenan los pasos de aquellas botas como un claxon molesto en la madrugada, como tronaban las lágrimas que caían sobre mi taza de té imaginario, como sigue resonando el instante en que una pandilla de enchaquetados tocaron a la puerta concediéndome el honor de ser el hombre de la casa. Mamá agarró mi mano izquierda con fuerza y me dijo que me pusiera derecho. Jamás volvió a invitarme a una taza de té.