martes, 18 de febrero de 2020

Sí...te amaba.


Echo de menos las cartas con remitente, eran tan claras que hasta con faltas de ortografía se entendían y atendían, perfectamente.
Los tachones tras las puertas de los retretes de los bares.
Los corazones en el  vaho de alguna ventana.
Escribir con carmín en los espejos.
Aquellas notas poéticas sin firma de autor porque Pepa quiere a Luis.
Hasta los árboles echan de menos llevar tatuajes tan originales acorazonados por un tú y yo.  Las pizarras: sustituidas por frases hechas que ya nadie sabe quién escribió porque no sale un ejército de mariposas en busca de su autor.
Echo de menos las notas bajo la mesa y todas esas cosas que se dicen antes de ir… a la cama. Las flores con tarjetas que daban la cara (B) de quien te ¿amaba? Eso es, sí…te amaba.

sábado, 15 de febrero de 2020

De la boca...lo mejor


¡Lo que hay que ver, cuándo tropiezo con tus ojos fijos! Me gusta que me mires y mirarte y cómo te muerdes el labio inferior antes de explotar a besarme. Tomar tu cara entre mis manos. Devorarte. Si me pillas de pie, serán las tuyas las que rodeen mi cintura diciendo, Tengo ganas de… apretarte. Y me abrazas como ningún otro lo hizo antes. Si me pillas en la caída, tus ojos, que aun no están desnudos, se empañan con nuestro aliento cuando me doy por vencida, con el juego de dos bocas que se retan con pasión –así, sin más-  mordiendo, a fuego lento. Es entonces cuando te quito las gafas porque sé que no hace falta que me mires ni mirarte. Lo que hay que ver: Cómo me gusta que me ames y amarte. Desnudo, de la cabeza a los pies...  No sé por qué te empeñas en ellas si te duran, lo que dura eso... Lo que dura  decir sin palabras,  Bésame.
Y tu cuerpo es la viva imagen del mejor de los besos.

domingo, 9 de febrero de 2020

Y a los muertos

Y llega el día en que te das cuenta que las lágrimas sí que son definitivas. El día en que eres consciente de la cantidad de cosas que perdonamos a los extraños… y a lo muertos.

domingo, 2 de febrero de 2020

La Receta


Yo también estuve enamorada de “un corazón de acero inolvidable”. La receta del Amor es tan sencilla. No sé porqué pretendemos saltarnos pasos, añadir ingredientes que no lleva. Reducir el tiempo y lograr el buen resultado al menor coste, -no debería utilizar la palabra coste, porque no cuesta nada de nada, mucho menos una pérdida-. No queremos ver que el camino del Amor no se llama C/ Vanidad, y que si tomamos ese camino nos encontraremos mil veces en la esquina Estupideces con la C/ Soledad.
Cuando me quedé viuda, y llena de amor, decidí ayudar a todos los corazones rotos que  encontrara en mi camino. Así en situaciones como esa, era necesario recurrir a la receta de la abuela Carmen. No sé ni cuántas veces he dado la receta, ni cuántas ha fracasado. ¿Qué pasa con el amor, ese grato sentimiento, que hoy día se cree que cargándolo con la mochila del dolor es el mejor acierto?
A veces se me enredaba la mirada en las zapatillas de andar por casa al escuchar las consultas que me hacían, Es que estoy enamorada –decía Luisa- y no sé qué hacer para que se dé cuenta.
Cuando le preguntaba qué tenía ese chico de especial para que le quitara el sueño, el hambre e incluso el aliento, lo que se enredaba en mi pelo era mi ceja izquierda, Buf, tiene una moto último modelo, un tatuaje que recorre su brazo y un anillo peso pesado. Es el amor de mi vida.
Le recomendé que trabajara y ahorrara para un anillo, una moto, y si le apetecía se hiciera mientras un tatuaje. Que esperara el resultado.
Pacho vino llorando desesperado cuando Inés, le dejó. Se quería morir. Entre planear su suicidio y, planear, reconquistar a su ex se le iba la vida. Su venganza consistía en conquistar a Berta, una chica inteligente, guapa, divertida, de buena familia y corazón, para pasearla en las narices de Inés y que, ésta, se diera cuenta de lo que había perdido. Le dije que se alejara, que desapareciera de su entorno, que buscara algo con qué entretenerse, hacer deporte, leer, aprender un idioma…cualquier cosa que no fuera hacerse daño y mucho menos a Berta.
Ninguno me hizo caso. Sin embargo la casa se me iba llenando de impotencia, de gente en busca del remedio -sin remedio-, de resignación absurda, incluso de vez en vez de tristeza.
 Como dije antes, ni sé ni cuántas veces he dado la receta, ni cuántas han fracasado. Me complace saber que la receta, anda por ahí en su punto justo y que llega hasta donde estoy ese aroma inconfundible que me hace sonreír mordiendo mi labio inferior, al tiempo que mi corazón aplaude dándome un acogedor abrazo, siendo lo único que impulsa, cada día,  mis ganas de vivir.

RECETA: “Si duele no es Amor”…así de simple; sí…no.

sábado, 25 de enero de 2020

Nos(otros)

Me ha dado un ataque incontrolable de risa al regresar a aquello que llamé casa….una risa como la del payaso de Solís se repite como un eco.
No recuerdo en qué momento pasamos de la locura de amarnos a quemarropa, de importarnos una mierda arrugar las sábanas, a la tortura de besarnos mientras tú me peinabas con tus dedos las cejas y yo doblaba mis calzoncillos con prudencia para que no se me cortara el rollo. Adorabas mi desorden para poder ordenar y yo comencé a odiar tu orden porque se disfrazó de una cuesta arriba constante que me llevaba abajo, a lo más bajo. Nunca fuimos almas gemelas, pero si polos opuestos y esa fue nuestra apuesta por este matrimonio que llevo años intentando abandonar, pero siempre hay algo que me lo impide. La hipoteca por una parte. El hecho de que solo yo traiga el dinero a esta casa de muñecas en que has convertido nuestro precioso e impoluto hogar. La tienda de muebles, a la que le debemos aún el sofá donde nunca echamos una siesta, y mucho menos un polvo, y la mesita de centro llena de posa-vasos, además del televisor último modelo con un mando a distancia cubierto aún con el plástico para que no se ensucie con mis peludas manos. Creo que si la policía viniera no encontraría jamás una huella dactilar. Siempre me sentí en nuestra casa como un elefante en una tienda de porcelanas. Torpe, desordenado, para definirme decías “sucio” y eso me humillaba.
La que se va a armar cuando regreses o acaso estabas ahí cuando todo se derrumbó.



Miedo


Nuevo Reto: El texto de esta semana debe contener las palabras Esperpento, Plenilunio, Sombras, Mantequilla...


En un país muy, muy,  cercano, vivía muy feliz un pequeño miedo muy juguetón que estaba deseando crecer y saber a cuál de los dos ejércitos iba a pertenecer en el reino del Miedo al Miedo.  Debía esperar al plenilunio para pasar una prueba, pero era muy ansioso, y un día, jugando  al pilla-pilla, quiso hacerse notar asustando a un niño. Pero el niño le giñó un ojito diciendo, Los monstruos son divertidos.
El miedo, con cara de espanto, salió corriendo y asustado en un rincón comenzó a llorar.
El rey del Miedo al Miedo se enteró de lo sucedido y convocó la noche del plenilunio a sus dos ejércitos. Éstos, llegaron de todos los reinos, imperios, aldeas y rincones del mundo. Todos hablaban el mismo idioma.
A su izquierda se formó un pelotón pequeño y potente de soldados armados hasta las cejas con sus poderosas armas. Ataviados con unas espesas capas negras esperaron en silencio. Eran altos, fuertes, fríos. Tenían una mirada veraz… profunda, y si los observabas detenidamente se escuchaba su chirrear de dientes sin mover sus bocas. Su presencia te paralizaba. Olían a miedo.
A su derecha, se formó el otro ejército; millones y millones de soldados se iban formando perdiendo su número en la fila hasta rozar el horizonte de la obscuridad. Eran de todos los tamaños, algunos fuertes, otros no tanto. Tibios y sonrientes. Algunos casi indescriptibles; una especie de ridículo esperpento. Tenían las caras pintadas de blanco, y en lugar de armas llevaban lápices de colores. Olían a mantequilla.

Un golpe seco contra en suelo ordenó el silencio. De las sombras del ejército pequeño surgió La Guadaña que llevaba al pequeño miedo por una oreja.
-Mi lord –dijo La Muerte  soltando al pequeño de rodillas ante el rey, y tras una leve caricia por la mejilla del pequeño dio un paso atrás.
- Te atreves… siendo… tan… pequeño… a desafiarme  –tronó la voz del rey-. Tú solo te has condenado.
El rey del Miedo al Miedo sacó de su bolsillo unos lápices de colores  obligando al pequeño miedo a tomarlos entre sus manos temblorosas.
 El imponente ejército,  golpeó el suelo con un solo paso de formación en dos  filas; un pasillo exacto por el que el rey se alejó en procesión. Tras él, iba la fría Muerte.
 Entonces, aquel miedito secó sus lágrimas. Tomó un lápiz blanco y pintó toda su cara. Con el rojo la nariz, y con el azul una sonrisa de oreja a oreja. El gran ejército de  payasos rompió la fila, y despeinándolo, abrazándolo y haciéndole cosquillas, le dio la bienvenida.

viernes, 24 de enero de 2020

A la hora en punto.




Después de su atracón matutino de lágrimas con leche, salió sin rumbo como cada mañana y terminó en la Calle Triana. El olor a tortilla, café y rancho, recorría las calles. -Poco se habla de ellas, las cocineras de nuestro mundo siempre pendientes de que todo esté a la hora en punto, a las que no se les da jamás las gracias aunque rebañes el plato, y poco o nada se hablará de mí y de mis noches pegado a una botella llorando a un portarretrato vacío -dijo. Recordó la Vía Diano Manira al mirar los baldosines y la vía láctea empañó sus ojos cara abajo. Pronunciar su nombre provocaba dolor. -Me lo voy a prohibir -dijo.
Miraba los escaparates sin percatarse de nada en concreto, pero imaginaba que antes de ella, aquel comercio vendía colmillos de elefante, caracolas, telas de la India y recordó que alguien le dijo que un domingo se abrió para una reina que no compró nada. Continuó su camino. La tremenda pompa de jabón le cayó encima y reaccionó como si por mandato divino alguien le dijera << ¡Ciao!>>. Al ver aquella sonrisa que pedía mil disculpas, fue más consciente que nunca de que todos los caminos conducen a Roma, pero el destino le esperaba en Triana. Ella disparó su cámara inmortalizándolo para siempre; ridículo, empapado, con cara de circunstancias y conteniendo una sonrisa. Desde entonces es payaso y poeta y Roma y romántico y Triana y títere…y feliz, porque ese día fue el comienzo del fin, y sabe que hay finales que merecen la pena, sobre todo, cuando te han roto tantísimas veces las cosquillas, y principios que te quitan la botella cuando estás al borde del acantilado.