El texto debe
contener las palabras Acorde, Sinsonte, Textura, Habichuela, a pensar...
Siempre le digo,
convencida, que volveré antes, pero no sé qué sucede que solo lo hago el
treinta y uno de octubre. En la C/ Espejo, S. José, toco en el suelo con el pie
antes de abrir la puerta a ras del asfalto. Un silbo como el del sinsonte me
hace desplegar una sonrisa. La escalera de madera de color verde siempre parece
no tener fin y comienzo a bajar. Él cocina al ojo por ciento el brebaje para
tomar mientras invocamos a los espíritus. Bajo la textura de sus pequeñas manos
siempre hay una mujer que se asoma, sin embargo, su voz le delata porque
conmigo jamás disimula, Te estás quedando calvo. –Y tú tienes unas patas de
gallo cojonudas.
En una bandeja ha
puesto: velas <<negras, claro>>, incienso, esquelas del Diario de Las
Palmas, sal, pelo rojizo, acorde con su delantal, y alguna piedra que habrá
cogido de la Laja, ¿Ya sabes a quién invocaremos hoy?
-Romelia, Romelia, Romelia
–es de todos sabidos que cuando se invoca tiene que ser tres veces, ya se
confirmo cuando Bitelchus, Ya hay que tener mala leche para ponerle ese nombre.
Me da un ataque de
risa y no puedo evitarlo, Tres veces ya es un TOC. Tres veces y aparecerá con
ojeras, después de tanto descanso, y te dará el susto de tu vida. ¿Y si aparece
qué coño se hace después?
Él finge que le dan
escalofríos y me mira serio, A Romelia
la mató su madre. Su padrastro estaba enamorado de ella y la madre, celosa, le
preparaba cada día un caldo con habichuelas para disimular el sabor del
arsénico, ¿El arsénico tiene sabor?
– ¿Quieres quedarte? –asiento
con la cabeza-.Pues calla.
Toma las tijeras y la
vuelve a invocar. Yo me muero de ganas de fumar un cigarrillo y de tomar el
líquido que nos llevará al otro lado de
la línea entre el más allá y el más acá.
– Romelia, Romelia,
me escuchas, Ro…
Golpean el techo.
Subo la escalera. Abro la puerta. No hay nadie, Serán los niños pidiendo huevos
o caramelos, o alguien con tacones caminó sin mirar por donde pisaba.
Vuelvo sobre mis
pasos y Él no está. El fuego sigue encendido, y las velas…Observo un puñado de
habichuelas en la bandeja y un espejo que no estaba antes. Miro el reflejo, y
tiene ojeras y cara de mala leche. La mujer…silba. Titubeante, prometo volver
antes, antes; de qué, convencida, pero no sé qué sucede que siempre vuelvo el
treinta y uno de octubre.