Tiró de mi mano; olor a lejía, manchas de
azafrán, uñas destrozadas, callos cansados; del roce continuo del palo de la fregona, amenazando con una rama de romero a cambio de
veinte duros. Miró mi mano. Se marchó deseándome suerte sin cobrar por su cara
de asombro. Busqué sombra en Galerías Preciados oliendo el romero fresco. Miré mis manos como lo hago
ahora, y cada vez que la recuerdo, esperando un sentido a la cara de aquella
mujer que me miró con lástima.
lunes, 3 de junio de 2019
sábado, 25 de mayo de 2019
La botella
Una voluta
de humo asoma por la corona de la
botella –cuidado con lo que deseas –dice la voz ronca intentando aclarar su
garganta. Las imágenes se suceden:
Como si
solo con desear ser mayor se fuera a cumplir preparo el hechizo añadiendo
purpurina. Sonrío.
1- Dibujo la
palabra Amor. Tan chiquita, y ya con mayúsculas. Esa boquita de leche embadurnada de geranios busca las causas de
todos los efectos. Fuerzo la sonrisa.
2- Un río
rojo cae a los tobillos y todo en lo que creo se convierte en mierda. Muerdo
una mano.
3- Alguien
dice –no grites, empuja, empuja... Es
una niña–. Busco un lugar donde llorar.
Desde
entonces sé que lo contrario a ser niña
es el miedo.
Lo siento
–tantísimo–.
domingo, 19 de mayo de 2019
Oye
Se hacía
el sueco cuando le hablaba <<este me va a oír>>. Terminé
plantándole cara, Oye, ¿quién te has creído que eres? Tantas miraditas y notitas…
Dime al menos que no te intereso y ahórrame el bochorno. ¿Me oyes?
Agitó dos dedos delante de su cara. Tocó mi
barbilla obligándome a mirarlo. Se
llevó la mano al pecho cerrando fuerte
su puño y me señaló dulcemente. Entonces me dio un beso de esos que jamás
prescriben.
viernes, 17 de mayo de 2019
A saber
“Quién será el que me quiera a mí…” Quién le dará la vuelta a mi mundo a ver si es más hermoso. Que enseñe a mis manos a hacer caminos, y mis ojos lo recorran con paciencia. A saber por dónde andará quien acabe con mis yo nunca y con todas las palabras terribles que atribuyo a las cosas bonitas. El que esté dispuesto a pasar por la vicaría aunque le diga que no. El que se fíe tanto de mí, que no le importe preferirme vestida. Quien me deje decir la última palabra y dar el último beso, y el primero.
Que me haga volar sin tomarme en brazos y cuando me tome le apetezca pararse conmigo. El que me muestre que todas las notas también pueden ser si, y mis mejores acordes al timple comiencen por no sostenido. El que al leer mi poesía, dude de si me conoce todavía y tenga interés en conocerme. Quien deje una nota “nos vemos allí, donde el sauce llora con el río" o “si quieres volver a cenar conmigo cuando las luciérnagas estén volando…” En definitiva: Vete tú a saber dónde estará ese que sin ahogarme pueda inundarme y sienta; “esa clase de certezas que solo se presentan una vez en la vida”.
Que me haga volar sin tomarme en brazos y cuando me tome le apetezca pararse conmigo. El que me muestre que todas las notas también pueden ser si, y mis mejores acordes al timple comiencen por no sostenido. El que al leer mi poesía, dude de si me conoce todavía y tenga interés en conocerme. Quien deje una nota “nos vemos allí, donde el sauce llora con el río" o “si quieres volver a cenar conmigo cuando las luciérnagas estén volando…” En definitiva: Vete tú a saber dónde estará ese que sin ahogarme pueda inundarme y sienta; “esa clase de certezas que solo se presentan una vez en la vida”.
miércoles, 15 de mayo de 2019
TOC
El texto debe
contener las palabras Acorde, Sinsonte, Textura, Habichuela, a pensar...
Siempre le digo,
convencida, que volveré antes, pero no sé qué sucede que solo lo hago el
treinta y uno de octubre. En la C/ Espejo, S. José, toco en el suelo con el pie
antes de abrir la puerta a ras del asfalto. Un silbo como el del sinsonte me
hace desplegar una sonrisa. La escalera de madera de color verde siempre parece
no tener fin y comienzo a bajar. Él cocina al ojo por ciento el brebaje para
tomar mientras invocamos a los espíritus. Bajo la textura de sus pequeñas manos
siempre hay una mujer que se asoma, sin embargo, su voz le delata porque
conmigo jamás disimula, Te estás quedando calvo. –Y tú tienes unas patas de
gallo cojonudas.
En una bandeja ha
puesto: velas <<negras, claro>>, incienso, esquelas del Diario de Las
Palmas, sal, pelo rojizo, acorde con su delantal, y alguna piedra que habrá
cogido de la Laja, ¿Ya sabes a quién invocaremos hoy?
-Romelia, Romelia, Romelia
–es de todos sabidos que cuando se invoca tiene que ser tres veces, ya se
confirmo cuando Bitelchus, Ya hay que tener mala leche para ponerle ese nombre.
Me da un ataque de
risa y no puedo evitarlo, Tres veces ya es un TOC. Tres veces y aparecerá con
ojeras, después de tanto descanso, y te dará el susto de tu vida. ¿Y si aparece
qué coño se hace después?
Él finge que le dan
escalofríos y me mira serio, A Romelia
la mató su madre. Su padrastro estaba enamorado de ella y la madre, celosa, le
preparaba cada día un caldo con habichuelas para disimular el sabor del
arsénico, ¿El arsénico tiene sabor?
– ¿Quieres quedarte? –asiento
con la cabeza-.Pues calla.
Toma las tijeras y la
vuelve a invocar. Yo me muero de ganas de fumar un cigarrillo y de tomar el
líquido que nos llevará al otro lado de
la línea entre el más allá y el más acá.
– Romelia, Romelia,
me escuchas, Ro…
Golpean el techo.
Subo la escalera. Abro la puerta. No hay nadie, Serán los niños pidiendo huevos
o caramelos, o alguien con tacones caminó sin mirar por donde pisaba.
Vuelvo sobre mis
pasos y Él no está. El fuego sigue encendido, y las velas…Observo un puñado de
habichuelas en la bandeja y un espejo que no estaba antes. Miro el reflejo, y
tiene ojeras y cara de mala leche. La mujer…silba. Titubeante, prometo volver
antes, antes; de qué, convencida, pero no sé qué sucede que siempre vuelvo el
treinta y uno de octubre.
lunes, 13 de mayo de 2019
CONSECUENCIAS
Me enseñaron que debía ganarme el estar a la derecha del Padre. Me enseñaron a callar y a decir hola y adiós: Un niño que no saludaba era un malcriado y el que hablaba de más un entrometido. Me enseñaron a ordenar mi cuarto, mi maleta del cole, a betunar zapatos con una cáscara de plátano. A lavarme detrás de las orejas, a no poner los codos en la mesa, a sentarme derecha y no levantar la mano ni el dedo corazón ni a abrir las piernas. A bendecir la mesa y dar las gracias. A respetar la muerte. Que “quien perdona la vara, no ama a su hijo”. A hacer la cama y al deshacerla, rezar cuatro esquinitas. También me enseñaron a sentirme rica con lo poco que tenía y a sentirme pobre si no me comía aquel pedazo de pan que era, precisamente, para el niño Jesús; también lo podías encontrar en el fondillo de un vaso <<conste que jamás le vi>>. Que asesinar con la lengua era el pecado mayor, y mis rodillas con mercromina y un <<sana, sana>> iban a cualquier parte... Me enseñaron a vivir, pero no de todo lo aprendido aprendí, porque hay cosas que tienden a imposibles; ni todo es palabra del señor ni la mejor despedida acaba con un adiós…y, por supuesto, qué se siente cuando tus carnes revientan y los huesos te piden explicaciones.
Fotografía: Marcos Rivero Mentado.
viernes, 10 de mayo de 2019
Esto de aquello
Hay situaciones chorras, en las que me quedo como un cromo, a cuadros, como en estado de shock, como si lo que sucediera fuera algo extremo y sin embargo no es para tanto. Solo sé que me quedé mirando la fecha de caducidad de un tetrabrick, que ni siquiera iba a comprar, y olvidé por completo los recados que me mandé hacer. Con una candidez arrolladora alguien preguntó:
―¿Me puede decir dónde está la comida para los que no comen?
El reponedor del super, comenzó a adivinar preguntando si era comida vegetariana, alimentos infantiles; potitos y papillas para ciertos estómagos… hasta que pronunció eso de veganos y el anciano dijo sí.
Regresé a casa pensando en cómo se las ingenian a cierta edad las personas para definir, como si fuera una adivinanza, ciertos objetos o situaciones. Yo aún estoy en la fase de <<dame eso de ahí>> y suele funcionar sin nombrar qué, pero no puedo evitar recordar cuando mi madre me pidió prestado el disfraz de Tapajuntas, o a mi suegra, y sonreír, que no burlarme, que no soy tan cabrona, cuando un día de tantos llegó a casa y se le hizo tarde, solía ser puntual, y tras hacer una recesión intentó explicar el porqué del retraso, pero no le salía la palabra adecuada concluyendo:
―Es que vino ese; al que le pagas para morirte, y se me escapó la guagua.
Sonrío y me enternece. Creo que son supervivientes de las definiciones y las palabras.
―¿Me puede decir dónde está la comida para los que no comen?
El reponedor del super, comenzó a adivinar preguntando si era comida vegetariana, alimentos infantiles; potitos y papillas para ciertos estómagos… hasta que pronunció eso de veganos y el anciano dijo sí.
Regresé a casa pensando en cómo se las ingenian a cierta edad las personas para definir, como si fuera una adivinanza, ciertos objetos o situaciones. Yo aún estoy en la fase de <<dame eso de ahí>> y suele funcionar sin nombrar qué, pero no puedo evitar recordar cuando mi madre me pidió prestado el disfraz de Tapajuntas, o a mi suegra, y sonreír, que no burlarme, que no soy tan cabrona, cuando un día de tantos llegó a casa y se le hizo tarde, solía ser puntual, y tras hacer una recesión intentó explicar el porqué del retraso, pero no le salía la palabra adecuada concluyendo:
―Es que vino ese; al que le pagas para morirte, y se me escapó la guagua.
Sonrío y me enternece. Creo que son supervivientes de las definiciones y las palabras.
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