domingo, 17 de febrero de 2019

Esos roces.


A la hora que a ella  le da la gana, voy. Siempre le digo sí. Lo hacemos despacio o con prisas, como fieras mansas, como perros,  como sea, como la última vez. En silencio o con palabras clasificadas X. Con un mejor ahora que un por qué. Y lo hacemos sin más. Lo hacemos y se viene y me voy. Ya luego recojo mi corazón y me marcho. Llego a casa. Me siento en una copa y me bebo el sofá maldiciendo el día en que le dije que amigos, solo amigos.




jueves, 7 de febrero de 2019

Él

Ese chico que tanto me gusta, dice que aprendió a ser frío aunque la vida le lleve la contraria. Me gusta porque toma sus alas llenas de decepciones y se va al bar, a la playa, o cualquier parte del mundo antes de que se acabe. Me gusta porque sabe que por la boca muere el pez y por esa misma boca, la edad no perdona y a la desgracia la convierte en broma aunque esté calada de sensatez. Me gusta porque ha tocado el infierno con sus propias manos, porque pone a prueba al tiempo controlando todas las agujas del reloj y prefiere bajar las alturas a tocar el cielo para no tener que pedir perdón. Me gusta porque es capaz de resucitar un sueño y de desmontar las ilusiones, como quien pesca por placer y quita el anzuelo devolviendo al agua al pez. Tan elegante como un ladrón con guantes, duerme con una bala bajo la almohada y me gusta, y regusta, porque sabe dejar a un lado el corazón, sin importarle qué siente, ya que lo verdaderamente importante es sentirse libre ya que sentir otra cosa puede volver a enjaularle y cualquier pájaro en la cabeza, o mariposa en el estómago, le podrían cortar las alas. Es muy responsable, tanto que no compra plantas para no tener que regar y dice que nunca bebe si no está dispuesto a olvidar. Este chico me gusta, y mucho, muchísimo. Tiene muy claro que si algún día se viera en el fracaso más profundo, recogiendo sus propios pedazos, asumiría las consecuencias de cualquier quizás de su cordura, que como bien dice: “todo lo ata”, <<pero te mata>>. Claro que ese chico tiene dos defectos, nada del otro mundo; su memoria y yo.


Corre. Ve. Dile.

Fui yo quien atendió el teléfono cuando llamó, pero los rumores, como una torre de Babel me bombardearon durante toda mi jornada. 
- ¿Te enteraste?- Yo sabía que no era buena persona, la muy mosquita muerta.
-Y se inventó la excusa más extraña para no ir a trabajar... y aquí nos deja con el culo a dos manos haciendo su trabajo porque nadie la va a sustituir. ¡A una semana de navidad!
-Yo la vi la otra tarde tomando una copa con un tipo riendo descarada.
- La última vez me la topé en la cola del super y no noté nada raro. Bueno, compró preservativos pero no pude ver la talla.
- A mí me dijo que iba sola al cine. ¡Qué ridícula!
- No sé. A mí no me gustan los chismes. Si se enteran de algo me avisan que dijo que era algo de corazón.

Al salir de trabajo la llamé pero no respondía, así que fui a su apartamento. Al tocar en la puerta esta se abrió y salieron todas corriendo con sus faldas levantadas gritando como locas, salpicadas de sangre. Aquello parecía una primavera sangrienta.
-¡Cómo es eso de que no puedes trabajar porque tienes que escribir tu testamento! –le dije.
No respondió.Aun le quedaba un ramillete de margaritas entre los dedos, pétalos en la boca, en los párpados…una masacre que agonizaba diciendo: “Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere”


Se acabó el juego

Mamá fue la primera en invitarme a un té imaginario. Papá a caminar derecho. Aun truenan los pasos de aquellas botas como un claxon molesto en la madrugada, como tronaban las lágrimas que caían sobre mi taza de té imaginario, como sigue resonando el instante en que una pandilla de enchaquetados tocaron a la puerta concediéndome el honor de ser el hombre de la casa. Mamá agarró mi mano izquierda con fuerza y me dijo que me pusiera derecho. Jamás volvió a invitarme a una taza de té.


martes, 5 de febrero de 2019

Ya ves.


Un libro de viajes, una pera, una entrada para el Museo Vaticano y un cenicero con un dios maya...

Hoy se subió una mariposa en la guagua. Entró por la puerta trasera. Nunca me han gustado. Ya ves.
 Las flechas duelen a la izquierda, los nudos van al cuello, la locura a la cabeza y las cosquillas, las cosquillas bajaron de la guagua por la puerta trasera camino de la librería.

Froté la pera contra el pantalón como si fuera el mejor método para su limpieza antes de morderla leyendo en aquel banco. <<A en punto abrirá. >> “Suelo ir media hora antes”-dijo.
Leí una y otra vez aquella historia sobre las historias del mundo, como si así pudiera conocerle más. Poco a poco me iba desinflando, sin ilusión, pasando cada hoja con desgana acariciando la entrada para el Museo Vaticano  que jamás utilizó como separador. Le conocí en un momento estúpido en que armada con un paquete de azúcar le escuché atontada. Él preguntaba qué se hace en el super cuando encuentras un paquete de azúcar desangrándose por los cuatro costados y yo tomaba su tarjeta aceptando sin más una cita.

Cierro el libro. Tomo notas para que la media hora no se haga eterna:
La pera carnosa cambia de color y comienzo a tener mis dedos azules. Mientras los observo intentado entrar en calor pienso que las tiendas abren y que nadie lleva un café en vaso gigante de plástico, que nadie tropieza con las carretillas cargadas de mercancías… y los chat siguen presentándose como; la primera vez que entras… Noches enteras hablando y hablando, escribiendo con precaución las respuestas, sacando a la investigadora privada que llevo dentro desde lo del paquete de azúcar. He comenzado a ver futbol con otros ojos. De repente cosas que no me gustaban comienzan a gustarme. Habló y habló de Venezuela, y a mí los solitarios me aburren. ¿O me aburrían? Hablamos de ciencia, de PI y sus tres coma catorce besos cuadrados. De qué fue primero, si el libro a la historia. ¿Inventamos y luego sucede? Si no le ha sucedido al escritor, ¿cómo puede un Verne conocer el centro de la Tierra? Quién jamás se ha enamorado, ¿puede escribir sobre amor…nos guardarán rencor los mayas por plasmar a sus dioses en un cenicero?

<< ¡Calla!>>

Ya abren, pero han vuelto a cerrar. No está. Acaban de poner un cartel de mierda de cerrado por duelo.
¿Y si le llamo? ¿Y si llamo y no responde?
Hoy se subió una mariposa en la guagua por la puerta trasera. Yo entro por la de siempre y me siento como un ser o no ser que se supone tener  los pies en el suelo pero con ganas de llamar al cielo, pero ahí ni a cobro revertido ¿verdad? Aunque creo que si lo intento lo pagaré caro.
He adoptado a la mariposa. Ya ves.



domingo, 27 de enero de 2019

Miedo al miedo


Alguna vez te recordé pero no te eché lo suficiente de menos. Mira que el amor no revive a los muertos aunque te devuelva el eco y retumbe en un sentido único latiendo a tu lado.
Hay cosas que quiero que sepas; primero y por último, que he sido feliz sin ti. Que me he vuelto adicta a las metáforas y por lo que veo,  tú sigues siendo el Rey de las indirectas. Sobre ellas podría escribir cien vidas, como quiero hacerlo sobre tu pelo negro rayado por el tiempo, o esa seguridad que tienes  que me hace temblar cuando  me abrazas de la manera que he esperado siempre y todo hace clic en nuestra piel si yo  escribo en tus labios y tú me lees en la lengua. Solo tú has sabido que mi punto g está en el oído y yo que el tuyo está haciendo manitas con mis poemas justo ahí, entre tu espalda mi pared.
 Así que desde hoy me reto a que “si algo me da miedo lo haré con miedo” Tú me lo das, y aunque me tiembla el pulso donde me custodia el  eco, ni siquiera quiero disimularlo.




domingo, 13 de enero de 2019

Quién se atreve



Nunca aprendí a rendirme aunque otra cosa es estar rendida. Mira: deberías salir corriendo y no quedarte a correrte pensando que somos un para siempre que jamás se olvida.
 Cielo: no quieras que mi corazón vacío juegue a quererte, ya que nadie vendrá a salvarte sin hurgar antes donde más te dolía. Te advierto que no estoy ni preparada ni lista ni dispuesta. Pero, tú mismo. No olvides que un “pero” desmonta cualquier argumento, o perdón, o excusa que comience por lo siento, marcando una equis en cualquier vida. Lo siento -pero lo siento-, por dar un salto mortal y jugármela cuando la red es la herida.